Fanfic Crónicas vampíricas, parte 8, 9 y 10



Y aquí está la compensación: las tres últimas partes todas juntitas y de golpe. 
Nos vamos de vacaciones, bonitos, pero volveremos en septiembre u octubre con otra historia, esta será de la época de la regencia... NO OS QUIERO ADELANTAR NADA, PERO VA A TRAER COLA EL ASUNTO. 
Ale majos, disfrutad de las vacaciones muy mucho, por aquí las ovejas lo vamos a petar. 
Besitooooos
<3
 






¿Él otra vez? Parte 8.



—Oh, vamos, no me puedes impedir que venga, esta también es mi casa.
—Stefan, llevas sin pisarla medio siglo, ¿de verdad lo necesitas tanto ahora?
—Digamos que ahora tengo interés por lo que escondes ahí dentro. Vamos, ¿dónde está?
—Uff —Damon, todavía sin camiseta, salió al porche sujetando un vaso de brandy con hielo. Ofreció a su hermano que estaba divirtiéndose demasiado para necesitar beber—, eres un pesado. Está durmiendo en la sala, por lo visto no ha conseguido dormir mucho esta noche… ¿En serio te gusta? ¿De verdad?
—Sí, bastante. Pero no es ella en sí, es su habilidad. Quiero saber cómo lo hace, cómo funciona.
—¿Para qué? ¿De qué te puede servir a ti?
—Estar bien informado no tiene precio, además, está bien conocer otros seres que moran por nuestras calles.
—¿Nuestras calles? —Damon sonrió—. No has cambiado nada, Stefan. Sigues pensando que estamos en el siglo XIX… No, no voy a dejar que experimentes con ella, no al menos de momento. Todavía la disfruto. Cuando acabe o me canse te lo haré saber.
—¿Y si la quisiera ya?
—No empieces, esto no es una competición. La encontré yo. Es mía. Fin de la discusión.
Stefan le miró desafiante. Si Damon seguía haciendo caso a sus provocaciones estarían así todo el día.
—¿A qué has venido? —preguntó el mayor, Stefan tomó el vaso con brandy entre las manos de su hermano dando un gran trago.
—He venido por Lexi. Sé que está por la zona y sé que me ha buscado… aun no he dado con ella.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó el mayor alzando una ceja con sorpresa.
—¿Bromeas?
Damon levantó los hombros, conforme.
—Supuse que vendría aquí. Por mal que os llevéis siempre es mejor lo malo conocido —continuó Stefan sin más.
—¿Perdona?
—Alguien quiere matarla. Debió venir a pedir ayuda hace días.
Allysa, que se había despertado en el primer ofrecimiento de brandy de Damon, escuchó cada palabra de los dos hermanos que así, en la intimidad, no parecían enemigos ni mucho menos. Se deslizó por su asiento intentando hacer el menor ruido posible. Vistas las intenciones que tenía Damon para ella, de poco servía quedarse allí, haciendo como que estaba saliendo con el nuevo Edward Cullen. Debía escapar de aquel nido de víboras sin mirar atrás.
Había alcanzado la ventana del salón y ya pasaba una pierna bajo el filo cuando unas manos la atraparon llevándola de vuelta al interior.
—¿Te ibas, cielo?
—Sí, Damon —dijo ella recolocándose la camiseta con cuanta dignidad fue capaz de reunir.
—Mmm… por tu comportamiento advierto que escuchaste la conversación que tuve con mi hermanito.
No hizo falta que la chica dijera nada, su expresión facial lo dejaba más que claro.
—Comprendo que quieras marcharte…
Primero Stefan sintió el aroma. Era suave, como si solo viniera uno en vez de los cinco o seis vampiros que solían atacar simultáneamente, pero luego le llegó el olor de los demás.
—Damon, ¿lo notas? —preguntó Stefan con la vista clavada en la puerta—. Están llegando. También siento a Lexi —dijo mostrando los dientes al más puro estilo del vampiro hambriento.
—Pero… —continuó Damon llevando a Allysa tras de sí—, me parece que no es un buen momento para escenitas.


¡Sálvame Damon! Parte 9.



—¿Recuerdas tu plan de escapar por la ventana?
—Sí.
—¡Corre! ¡Vete de aquí! —dijo lanzándola prácticamente contra hacia la pared.
Allysa no lo dudó. En cuanto recobró el equilibrio saltó por la ventana llegando al porche. Echó un vistazo atrás, a tiempo para ver a una mujer de larguísimo pelo rubio entrar en la casa dando un portazo. Ella volvió a saltar, en esta ocasión la barandilla, para caer de lleno en un seto. Se recompuso rápido y agradeció haberse calzado las botas en cuanto se separó de Damon en la cama, más si cabe que él se las dejara puestas cuando quedó dormida en el sofá.
Corría más que cualquier otro momento que recordara, ni siquiera en el instituto, en las pistas de atletismo. Allysa casi volaba sobre la hierba que se extendía toda alrededor del bosque de la casa Salvatore, internándose en él, esquivando troncos de árboles rotundos como buenamente podía mientras casi volaba sobre el suelo.
Escuchaba los gritos desde allí. No podía verlo, no daría la vuelta por nada del mundo, pero imaginaba qué estaría ocurriendo en aquel salón elegante que pronto se convirtió en su parte favorita de la casa. Los miembros volarían, las cabezas también, todo estaría salpicado de sangre, irrecuperable, incluso los valiosos tapices que alabó al contemplarlos por primera vez. Pero aquello eran nimiedades, ¿qué más daba el sitio o lo que colgaba de las paredes cuando se estaba produciendo una lucha sobrecogedora sobre  aquel techo? ¿Cuántos iban a morir esa noche? Pensaba ella evocando la imagen de Damon. Posiblemente él muriera, y también Stefan, que le inspiraba un terror inaudito. Los recién llegados, la chica rubia… todos perecerían. Pasarían días hasta que alguien, de casualidad, fuera a la casa y descubriera toda aquella carne muerta amontonada…
«Carne muerta, sí, eso es lo que son».
Y es que con la distancia de Damon Allysa parecía poder pensar más claro. Sí, él, por más afecto que le pudiera inspirar los últimos días no era más que un vampiro sanguinario, un muerto que caminaba y que había descuartizado a gran cantidad de personas ante ella, sin importarle siquiera que fueran iguales que él tiempo atrás. Demon no era mejor que cualquiera de los otros supuestos asesinos que iban a por la rubia, si es que la rubia era la tal Lexi…
En cien metros más, Allysa ya estaba agradeciendo a todos los santos que la casa Salvatore fuera atacada y ella al fin se encontrara libre de todo aquello. Había estado como hechizada por Damon, se le había metido dentro de tenerlo tan próximo, era casi como lo ocurría a alguien de pulmones limpios que comparte mesa con un fumador activo. Al final se contagia, aunque no sujete la boquilla con los labios también respira el humo funesto que acaba por impregnar su cuerpo con las más vomitivas sustancias.
Seguía corriendo sintiéndose más libre y alarmada al tiempo. ¿Cómo había podido estar tan ciega? ¿Por qué durmió con él o pensó que estaría a salvo? ¿Qué estuvo a punto de hacer por Damon Salvatore? ¿Morir? Saltó un tronco caído contemplando otro al que se aproximaba cada vez más rápido, sintiendo ganas de no dejar de correr nunca.
Saltó… La cogieron en el aire.
—Sí, debe ser esta —dijo la vampira morena a uno de piel chocolate—. La casa apesta a su sangre.
El otro solo asintió mientras Allysa forcejeaba para que la morena la dejara en el suelo.
—¿La matas tú o la mato yo? —preguntó a su compañero que, caballeroso, le cedió el honor.
La morena sonrió de lado mostrándole un estilete mientras Allysa reculaba, cayendo al tropezar de espaldas contra el tronco que había saltado. La morena le enseñaba los dientes…
—¡Damon, sálvame! —gritó Allysa con todas sus fuerzas, cerrando los ojos con mucha fuerza, como hacen los niños bajo las sábanas.
Pero no fue Damon quien apareció para salvarla…


Hazlo por mí. Parte 10.



Fue Stefan.
Interponiéndose entre ella y los vampiros atacantes, luchó haciendo que volaran miembros como si arrancarlos costara lo mismo que sacarle los pétalos a una margarita. Parecía más excitado cuanta más sangre le salpicaba. Allysa en seguida se arrepintió de abrir los ojos.
Llegó el silencio, solo roto por los pasos humedecidos de Stefan dirigiéndose hacia ella, levantándola del suelo cuando aun tenía los ojos cerrados.
—Ya puedes abrirlos, se ha acabado —pidió después de asegurarse que ningún pedazo de vampiro quedara próximo.
—No se va a acabar nunca. Esas imágenes me acompañarán siempre.
—Es lo malo de tu habilidad, sí —sonrió—. ¿Me dejarías intentarlo?
—¿El qué?
—Manipular tu mente, tus recuerdos. Me cuesta creer que te resistas a nuestros poderes sin llevar verbena encima.
—Claro, por qué no. Supongo que te lo debo por salvarme la vida.
—Sería un bonito gesto, ciertamente —dijo él acariciando sus mejillas con los pulgares, sosteniendo su rostro muy próximo al de ella. Las pupilas entraron en contacto—. Ahora debes olvidar todo lo concerniente a Damon Salvatore. Desde este mismo instante será como si jamás le hubieras conocido y…
—Muy bonito —dijo Damon apareciendo entre los árboles, ensangrentado. Allysa seguía en posesión de Stefan—. Me dejas luchando solo para ganar favores… eso es ruin hasta para ti.
—No creas, ya casi estaban todos muertos, además Lexi te ayudaba.
—Stefan, déjalo, ¿quieres? No pienso repetirte que Allysa me pertenece, además no es el momento para…
—Pero tú sabes lo que ella podría suponer para mí. Solo la retienes porque si fuera mía yo podría…
—Que no —dijo Damon dando un fuerte empujón en el pecho de Stefan, este casi ni se movió, pero de haber recibido el impacto un humano, se habría quedado sin costillas.
—Eres un egoísta, Damon, nunca cambiarás. Solo la quieres para ti porque yo la he buscado —Stefan dio un golpe a su hermano de la misma magnitud que el recibido.
—Ya vale —dijo Allysa saliendo del sopor—. Ya vale.
Los dos hermanos se le quedaron mirando como si fueran chiquillos regañados por alguien con autoridad.
—Me gustaría saber en qué universo es importante lo que tú tengas que decir al respecto, Allysa —Damon hacía gala de un desprecio tal que ella se sobrecogió.
—Habláis de mí, de mi vida, creo que es importante que opine —dijo ella sin alterarse lo más mínimo.
Stefan comprobó que sus esfuerzos no habían valido la pena. Allysa recordaba a Damon, parecía que sin lagunas.
—Quiero que los dos desaparezcáis, y no quiero recordar nada de vosotros, de ninguno.
—Eso va a ser complicado —dijo Damon—. A mí no me apetece hacerte el favor. Dado que Stefan y tú parecíais tan cómodos hace un rato, quizá debieras pedirle a él que te borre la memoria.
—Quien sea, pero ya, por favor.  A estas alturas de la historia comprenderéis lo poco que me puede costar poner punto y final al juego yo misma.
—¿Suicidio? —los dos hermanos se miraron entre sí, incrédulos.
Allysa no respondió, solo cogió el estilete de la vampira muerta decidida a no dar más satisfacción a nadie y se lo puso en la garganta.
—Hacedme olvidar.
—Pero no podemos, no ves que ninguno de los dos lo ha conseguido.
—Pues hacedlo juntos.
—¡Es absurdo! —se quejó Damon—. ¡Si queremos te mataremos en cuanto ya no recuerdes nada!
—¡Me da igual! ¡Al menos no recordaré nada de esto! ¡Hacedlo! Tres…
—Es increíble —se lamentó Stefan.
—Dos —amenazó Allysa.
—Maldita cabezota —Damon tomó la mano de Stefan. Su hermano, como si comprendiera al momento, centró su atención en el ojo de la chica. Juntos comenzaron a elevar un cántico fúnebre sin compás…
—Uno.
…mientras el bosque se volvía más y más oscuro.
***
Ese debió ser el final de la pesadilla. No había justificación para continuarla que la muerte de la chica o que juntos, al fin, lograran hacerla olvidar. No fue así.
Stefan hizo la parte que le correspondía. Se internó en la mente de Allysa con la misma poca fuerza de la vez anterior, Damon no, él lo hizo con todo el poder que consiguió reunir, pero no para cumplir los deseos de la chica, si no para hacer que Allysa olvidara a Stefan, por completo. Los celos, aquel sentimiento tan zafio, tan de humanos, tan despreciable, se le apoderó en el momento que los encontró en el bosque tan juntos, teniendo ella una actitud tan relajada, casi erótica.
Damon borró a su hermano del recuerdo de Allysa ayudado por la misma energía que Stefan le otorgaba tomándose de las manos. En esta ocasión funcionó. Quizá la habilidad de ella se traspasaba de ese modo, uniendo dos poderes sobrenaturales para derrocarla. Quizá no fuera tan especial para seguir con la batalla por ella. Quizá lo justo era marcharse y dejarla con sus recuerdos de los días que pasó con Damon para no regresar jamás. Quizá, pensó él malicioso, necesitarle hasta el día de su muerte era un buen castigo por flirtear con su hermano.
***
Allysa no se recuperó. Siguió pensando en él cuando el hielo del invierno dio paso a la primavera, esta al calor, el calor a las hojas secas y de vuelta al invierno. Su vida, que parecía inmersa en una desquiciante rutina, la libró al encontrar trabajo en un sitio de lo más normal y corriente, una heladería cuyo dueño celebraba el corto talle de la falda que llevaba como uniforme. A ella le daba asco aquel tipo, con sus pómulos brillantes de pura grasa, su labio inferior colgando y aquella panza rellena de helado de todos los sabores a rebosar por el pantalón.
Se le erizaba el vello cuando Stefan Salvatore dio unos toquecitos con los nudillos sobre el expositor de cristal.
—Hola.
—Hola —respondió ella fijándose en el rostro anguloso y atractivo que tenía enfrente. Su estómago había dado un vuelco—. ¿Qué te pongo?
—Mmm… creo que mi sabor favorito no está entre los que hay aquí —señaló con una sonrisa amable el interior del expositor.
—Bueno, seguro que podemos hacer algo para remediar eso —coqueteó Allysa, que por primera vez desde Damon se sentía atraída por un hombre.
—No lo dudes ni por un momento… ¿Tienes algo que hacer después? ¿Te invito a tomar algo?
Allysa sonrió. Nada le apetecía más. 


Y hasta ahí esta temporada. 
Somos lo peor, lo sabemos 
xD
 

¿Olvidar? Sí, quiero olvidarlo, por favor. Parte 7.





Alguna vez había fantaseado con encontrar un Damon como el que veía entonces, afanoso de la cocina a la sala y de regreso una vez más, en busca de toallas frías, como si fuera enfermero en alguna época lejana.
Las toallas iban a servir de bien poco en aquella ocasión por más que las humedeciera y cambiara el hielo en cuanto se derretía. Alyssa no se iba a curar de la impresión a base de frío.
—¿No? ¿Todavía no quieres decirme nada?...
Preguntaba, aunque sabía que como se venía sucediendo en las últimas horas, la chica no diría una sola palabra.
— Bueno, esperaremos un poco más.
No sucedió esa noche en la que durmieron abrazados. Damon intentó cubrir con su cuerpo gran parte del de ella para calmarle el subconsciente, para que de un modo u otro la mente horrorizada de la chica se dejara cautivar por el sueño, protegida, entre sus brazos.
Así sucedió. Cuando Damon abrió los ojos, próximo ya el atardecer, encontró a Alyssa lejos, en la planta baja, con las piernas pegadas al pecho, sentada en el sofá.
—Hola —bajó las escaleras vistiéndose los pantalones. Nunca fue buena señal despertar solo cuando la cama fue compartida con una amante.
—Hola.
—Bien, respondes, eso es buena señal —se aproximó por el salón. Parecía un tanto inquieto sin saber bien qué hacer con las manos, si dejarlas en los bolsillos del pantalón, entrelazadas tras su cabeza o a continuación de los brazos cruzados.
—¿Ese era tu hermano?
Suspiró. Damon sabía que aquel tema iba a ocupar la mañana.
—Sí.
—¿Tu hermano de verdad, o sea, nacisteis de la misma madre?
—Sí —se sentó en el sofá de una plaza, próximo al que ocupaba ella.
Allysa se abrazaba el cuerpo.
—¿Qué quería? ¿Por qué ha venido?
—Uff… No sé ni qué contestarte… Stefan es así, Allysa. Le gusta llamar la atención, aparecer de vez en cuando y dejar con la boca abierta a quien no le conoce.
—¿Realmente quería jugar conmigo como hizo con aquella chica?
Damon dudó. No, seguro que no. En cuanto Stefan detectaba a un ser especial en su campo de acción, su único instinto era el de poseer. Seguramente si Damon no hubiera estado allí, su hermano y la chica estarían ya en algún rincón hediondo del país, o quizá volando hacia Europa. Él escondería su nuevo hallazgo. ¿La convertiría? Bueno, eso no podía saberlo. No conocía el modus operandi de su hermano en las últimas décadas.
—Puede que sí. Imagino que sí… —mintió más por seguridad de ella que de nadie. Si por un instante Allysa pensaba que Stefan podía ser como él y llegaba a acercársele, la perdería para siempre, y era demasiado divertida y entrañable para ello.
La chica le miró horrorizada.
—No quiero, no… Yo…
—Tss… tranquila pequeña —abandonó su butaca para rodear con un brazo a la chica manteniéndola muy próxima a él—. Yo estoy aquí y no voy a dejar que te haga cosas malas.
Allysa le miró. En sus cristalinos se veía perfectamente la duda, pero Damon continuó hablando.
—Es una lástima que seas especial. Si fueras común ahora mismo estarías cabalgándome aquí mismo, en vez de lamentándonos por el espectáculo de ayer noche.
—Me gustaría no ser especial.
—En parte yo también lo prefiero —dijo él con una sonrisa afilada pensando que, si Allysa fuera una mortal común y corriente, podría calmar su hambre matándola en aquel instante.
Quizá lo hiciera, a fin de cuentas la chica solo era un juguete interesante, más entonces que su hermano también la deseaba. 

Maripa 


Lo sé, llevábamos mucho sin venir por aquí, cosas del directo, pero OS PROMETEMOS que con el próximo post del sábado que viene os lo vamos a compensar todo todito todo. 
Ale salaos, un lametón para vos. 
Muas