Fanfic Dentro del Laberinto. Capítulo 28.




28. EL DESPERTAR DEL FÉNIX.

   Una de las consecuencias de mantener durante un mes aquel ritmo, era que Sarah sintiera taquicardia cuando un goblin se acercaba al trono hincado de rodillas. Eran demasiadas peticiones, demasiados ruegos, demasiadas cuestiones que precisaban ser resueltas para que el reino continuara funcionando. Jareth sugirió que tomara clases de filosofía goblin, de lógica y otras materias que, según su criterio, una buena reina debía conocer… A Sarah le daban ganas de coger todas esas sugerencias y hacérselas tragar quizá con un poco de cianuro. Era una lástima que no existiera semejante veneno en aquel mundo, lo sabía bien, no porque pretendiera envenenarle, sino  porque en más de una ocasión durante aquellas agotadoras semanas, había acudido al herbolario detrás del castillo en busca de alguna planta que mitigara su dolor de cabeza.

   Poco a poco aquel lugar en ruinas, prácticamente oculto tras las hojas de un sauce llorón, se convirtió en su pequeño refugio. Los muros de la cabaña estaban hechos de piedra, prácticamente todo estaba construido de ese material a excepción de los ventanales. El sitio le ofrecía cosas vitales que no podía encontrar en ningún otro lugar del palacio: silencio e intimidad. Era como si al estar cubierto por las ramas del árbol, los goblins lo hubieran olvidado. Lo más cerca que estuvo de ser descubierta fue cuando uno se aproximó a cincuenta metros para continuar recogiendo flores en otra dirección.

   Allí no le perseguían las súplicas, no le acosaban las demandas de los heridos, podía caminar de un lado a otro y hasta patalear sin que nadie la viera… Podía incluso llenar los pulmones de aire sin pensar que el corazón se le pararía de un momento a otro. Podía hacer de todo, pero… lo haría otro día. Era tarde, debía regresar al castillo si no quería que nadie la echara en falta.

   O quizá no. Quizá les viniera bien un poco de caos.

   Se quedaría un poco más allí, ojeando el libro Plantas Raras e Intrigantes del Laberinto.


   Una montaña peluda se aproximaba a toda velocidad hacia las puertas de la ciudad goblin. El gigantesco guardia de la entrada inclinó su cabeza metálica para observar al recién llegado, que desde allí parecía un diminuto pelirrojo jadeante. El gigante de hierro se hizo a un lado. En cuanto  Ludo pudo, corrió al castillo como alma que lleva el diablo.

   Intentó hablar con varios goblins pero nadie parecía querer escucharle. Para colmo de males, cuando consiguió acceder a la sala del trono la encontró vacía.
Escasos segundos después de que Ludo gritara el nombre de su amiga, buscándola con desesperación, las piedras del castillo comenzaron a temblar sin que nadie las llamara…


   …Muchas lo hicieron bajo sus pies, en el herbolario. Sarah se agarró a la mesa anclada al suelo. ¿Qué estaba pasando? ¿Un terremoto? ¿También allí había terremotos? Un polvillo blanco se deslizó sumiendo su remanso de paz en la neblina que le impedía ver con claridad. Sarah supo que debía salir de allí antes que el tejado cayera sobre su cabeza. Corrió hasta la puerta alcanzando el exterior con la garganta seca. Tuvo que tomarse unos segundos para recuperar la respiración mientras todavía sentía la tierra moviéndose bajo sus pies.

   Corrió hacia el castillo sujetando el bajo de su vestido con ambas manos. Encontró cerca de las puertas a unos cuantos goblins que trabajaban los campos. Asustados, algunos intentaban esconderse bajo enormes coles. Avanzó hasta ver las puertas del palacio también hiper  concurridas, pero sólo por criaturas que a ella no le llegaban ni a la cintura; ni rastro de Jareth.

   –¿Dónde está el rey? –zarandeó al primer goblin a su alcance.
   –No lo sé señorita –dijo trémulo.
   –¡Mierda! –Sarah intentó abrir el portón de entrada en vano–. ¿Por qué lo habéis cerrado? –Gritó a los goblins que la miraban con estupor–. ¡Jareth está arriba! ¡Hay que abrir esta puerta! –Dijo dándole un nuevo empujón mientras el filo, como por arte de magia, cedía y la puerta se abría sin mayor esfuerzo–. ¿Pero qué…?
   –¿Saaarah? –Preguntó alguien al otro lado.
   –¿Ludo, pero qué haces ahí dentro?
   –Hormiiiigas, hormiigas maaaaaalas.
   –¿Hormigas? –Un cascote cayó rozando el brazo de Ludo que emitió un potente gruñido de dolor–. ¡Sal de ahí Ludo! –Gritó tirando de su peludo brazo para ponerle a salvo y dejar la puerta libre–. Tengo que ir a por Jareth –dijo echando a correr hacia las escaleras.

   Encontró grandes bloques caídos por todas partes, tuvo que saltar muchos de ellos hasta alcanzar los peldaños. Todo estaba teñido de gris debido al polvillo que se había arrancado de la piedra tras el terremoto. Sarah temió que la estructura de la escalera cediera bajo su peso, pero continuó ascendiendo a pesar de los crujidos. A voces gritó el nombre de Jareth con  esperanza de que estuviera donde estuviese, la escuchara y saliera a su encuentro, pero Jareth no respondía.

   –¡Jareth! –Llamó de nuevo cuando alcanzó la cima. Tomó el pasillo que la llevaba hasta el dormitorio, en aquella zona los daños eran tan graves que sintió ganas de llorar.

   Las pinturas y sus marcos se esparcían por los suelos. Los preciosos cristales de las ventanas estaban rotos, igual que la mayoría de puertas que se descolgaban por el corredor como  marcando el camino hasta la puerta del fondo –el dormitorio real–, que continuaba cerrada.

   Sarah intentó abrirla y no pudo. La empujó con las manos, con el hombro, dio patadas mientras le llamaba rogando que estuviera bien. Estaba a punto de rendirse cuando se abrió con un chasquido.

   Era un milagro, pensó, debía serlo. El dormitorio estaba en perfectas condiciones, como si el caos que reinaba fuera de aquella estancia, correspondiera a otro castillo. Sarah vio a Jareth  junto al ventanal, en pié, con la mirada fija en un punto que se perdía más allá del horizonte.

   –¿Estás bien? –Se acercó por su espalda para abrazarle, hacía escasos momentos temió lo peor–. ¿Jareth?...

   Notó sus manos gélidas cuando de un tirón la llevó a su boca. Sarah intentó retroceder alarmada por la sorpresa y la fuerza con que tiraba hacia sí. Protestó gimiendo mientras era empujada violentamente hacia la cama. Se le subió encima antes siquiera de poder  incorporarse. Jareth sujetó sus manos a ambos lados de la cabeza presionándole las muñecas con fuerza. Tenía la mirada ida, los labios grises, la frente surcada de sudor.

   –¿Qué te pasa? –Preguntó entrecortada mientras le subía el vestido–. Dímelo ¿qué pas…?

  Pero no pudo terminar la frase. La penetró hasta alcanzar el tope que imponía su vientre. No salió, no se movió un milímetro mientras Sarah se retorcía gimiendo bajo su cuerpo. Sólo entonces retrocedió para volver a entrar anclando sus garras en las caderas de la chica, manteniéndola inmovilizada. La embistió por tercera vez, con furia, con necesidad, con crueldad. Sarah gritó sudando un dolor que comenzaba a resultar placentero.

   Él no sentía placer, sólo la dolorosa necesidad de tenerla bajo su cuerpo, entrar en ella, salvarla, dominarla. Encaramarse a sus pechos para no soltarlos, para ocultarla entre sábanas de seda y colchones de pluma, dentro de él, como si pudiera así  alejarla del peligro.

   –Perdóname Sarah –dijo deteniendo su cadera para besarla–. Por favor, perdóname…
   –Pero ¿por qué?
   –Perdóname… –repitió Jareth internándose de nuevo, esta vez despacio, sereno, arrepentido.

   Sarah no se conformó con la súplica, quiso preguntar más, resistirse o hacer algo, pero las caricias le llegaban tan dulces y tristes que no tuvo voluntad más que de abandonarse sobrecogida al placer. Se deshizo entre sus brazos besándole hasta que se sintió llena de su esencia. Los labios de Jareth volvían a estar sonrosados, su mirada sostenía fijamente la de ella.

   Acarició su mejilla antes de dejarla yaciendo en la cama, recomponiendo sus ropas con gestos certeros. 

   –¿Qué ocurre? –Arrodillada, abrazó a su prometido por la espalda para besar su cuello pálido–. ¿Por qué te disculpabas?
   –He de irme –Jareth sintió un estremecimiento.
   –¿Dónde?
   –A la guerra.
   –¡No!
   –He de hacerlo, Sarah.
   –¡No! ¡No tienes que hacer nada que no quieras! ¡Eres El Rey!
   –Tengo que protegerte.
   –¿Pero de qué?
   –Podrías haber muerto.
   –Pero Jareth, por favor... Ha sido un terremoto, podría haber pasado en cualquier lugar, en cualquier momento –el rey se volvió al borde de la cama dejando una pierna descansar sobre el colchón. Acarició su mejilla. 
   –Han sido las hormigas, princesa.
   –¡No, ha sido un terremoto!
   –Ya vale por favor. Obedéceme por una sola vez…
   –¡No quiero que vayas a ningún lugar!
   –Sarah –comenzó colmándose de paciencia–, las hormigas han atacado y lo han hecho por los túneles, así su ataque es letal. Casi destruyen el castillo, te matan a ti y a mis súbditos: he de irme y tú debes quedarte aquí.
   –¡No quiero que te vayas! ¡Y no voy a quedarme aquí como si la cosa no fuera conmig…!
   –¡CÁLLATE Y OBEDECE! –Gritó Jareth mostrándose tan aterrador como al principio–. ¡Es la guerra! ¡Ellas han lanzado la primera flecha y ahora pagarán las consecuencias! ¡Vas a quedarte en el castillo, eres la futura reina y debes cuidar de los que no puedan venir al frente! Se acabó la discusión.

   Sarah no podía creer lo que acababa de ocurrir. Jareth se había levantado como un fénix, pero  poseído por la crueldad del rey de meses atrás, el que la trataba como si fuera de cristal mientras, divertido, jugaba a destruir su vida.

   –Ahora bajarás, pedirás que preparen mi armadura y mi caballo, dirás al ejército que se reúna conmigo al alba en el puente del castillo y después volverás aquí.
   –Pero…
   –¡HAZLO!

   Sarah tembló. Se dirigió sumisa a la puerta del dormitorio donde echó una última ojeada a su futuro esposo.

   Descendiendo hasta el salón vio que los confusos goblins volvían a ocupar la estancia. Entre ellos se alzaba el rotundo Ludo, asustado.

   –¡Saaaarah! ¡Hormiiigas! ¡Túuuuunel! ¡Hormiiiigas!
   –Ya lo sé, Ludo, ya lo sé…



Maripa

Noviembreee fríoooo!!!! Culos prietos en el redil xDDDDDDDDDDD

6 Carminazos:

Anónimo dijo...

Que paso con el 29 esta vacioooo¡¡

Anónimo dijo...

Oye y que paso con el 29¿ .. No me digas que dejaras de escribir :''( no puedes dejarnos sin saber como acabaraa :'(

Maripa dijo...

El 29 está arriba, oveja Anónima! xDDDDD

Maripa dijo...

Anónimas de mis entretelas:
decidme si seguís sin poder leerlo. Publicado está desde hace dos semanitas, subo uno nuevo cada 15 días y toca hoy.
Decidme si lo veis, chatas!!

Anónimo dijo...

NOOOOOOOO, no se ve :'( sufro¡¡ Solo sale algo de una licenciaaa Fanfic Dentro del Laberinto. Capítulo 29.
Ovejado por Maripa on martes, 27 de noviembre de 2012 en 15:21



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Eso es lo que pone :''(

Maripa dijo...

Hola reina. A ver, te cuento. He estado comprobándolo y no se ve, cierto, pero sólo si intentas leerlo desde una tablet o un móvil (se ve que es un problema de blogger), en el ordenador sí que se sigue leyendo como siempre, de hecho yo no he cambiado el método de subida de los relatos.
Si siguieras sin verlo desde un pc, dímelo y hago una nueva entrada con los que he publicado desde el número 28 y te pones al día.
Un besete!!!