El reTHORno de Loki, by MariMimi

Hola ovejas bonitas nuestras.
Hemos vuelto, hemos venido y aquí estamos para seguir molando con nuestros diseños de última temporada en moda de lana xDDD
Ay diommio, qué malo es esto de no dormir.
Bueno chicas, os traemos el fanfic famoso que MariMimi nos envió hace mogollón de tiempo pero que, míseras arpías, todavía no habíamos colgado.
Haremos una publicación semanal de esta historia que querréis leer catorce mil veces, porque vale muy mucho la pena, en serio. Habla de Loki, de un momento en la tierra, hay una chica, una acogida de emergencia, hay morb... BEEEEEEEEE digooo... y sexBEEEEEEE... xDDDDDDDDD Hay un montón de cosas divertidas porque esta tía (MariMimi) pilota mogollón. ¿Quién es? Pues es ni más ni menos que la autora de Sabor Euforia, novelón que si no conocéis os recomendamos también muy mucho, pero lo más importante es que es super colega de ovejas; el cariño es mutuo <3
Gracias preciosa. Pride to be your sheeps BEEEEEEEEEEE
xDDDDDDDDDDD
AMAD A MARIMIMI, SEGUID SU BLOG QUE OS VA A ENCANTAR, TODO MUY LITERARIO ÉL jajajajjaja...
Sin más dilación aquí viene el primer capi del fic!!

El reTHORno de Loki, capítulo 1


Envueltos en luces, los dos hermanos reemprendían el camino de regreso a casa. Loki esposado, amordazado, era la bestia que Thor pretendía arrojar a los pies de Odín: finalmente cumplió su misión... o eso pensaba mientras Los Vengadores separaban sus caminos, sus vidas, una vez restaurada la calma.
   ¿Y por qué su hermano no se percató de lo que estaba ocurriendo? Porque Loki era superior a él, siempre, en todos los aspectos. El muy idiota no reconoció que su copia, el mejor trabajo que Loki había hecho en cosa de duplicación, era la que agarraba el teseracto y viajaba con él a través de la luz, entre dimensiones y galaxias, para que la paz volviera a reinar en La Tierra. Presintió la furia que sentiría cuando tan fácilmente como se dejó atrapar, desapareciera... Tal como supuso, en cuanto el falso Loki soltó la mayor fuente de energía conocida en el universo, Thor se separó del cubo y salió despedido para quedar, como merecía, perdido en los confines del universo.
   Mientras todo esto sucedía, el auténtico Loki seguía oculto en la tierra, pero en un lugar que se encontraba tan lejos de todo ser viviente, que jamás podrían haberlo encontrado sin que así fuera su voluntad. Él, hijo de Laufey rey de los gigantes del hielo, siendo dios del engaño y príncipe de la discordia, tenía medios de sobra para protegerse de todo salvo de sí mismo; su naturaleza comenzaba a cambiar sin que lo tomara en cuenta, poco a poco iba convirtiéndose en el dios del mal que sería próximamente… Pero eso aún debía llegar, de modo que se limitó a continuar oculto y ver una pequeña parte de cuanto le rodeaba desde el ártico, refugiado entre el hielo, donde casi se sentía como en su auténtico hogar.
   No estaba inquieto porque le buscaran, La Tierra era precisamente el lugar donde se encontraba más seguro. Nadie sospecharía que continuaba allí  después del poco afortunado asunto de Los Vengadores…

   Alex había tenido lo que se entiende por una semana de mierda. Cernida en su horizonte se alzaba una conjunción de esas cosas fascinantes que sólo le podían pasar a una en el peor de sus momentos. La llamada de su madre fue sólo el comienzo: conteniendo la emoción, la mujer acabó por confesarle que sí, que finalmente volvía a casarse con el retrasado mental –en sentido figurado– que tenía por pareja. Pero eso, se dijo mientras bajaba la persiana del pequeño negocio abierto meses atrás, era sólo uno de sus tantos problemas.
   La cosa no iba bien, indudablemente. Los clientes, una selección de personas que vestía y maquillaba con maña adquirida durante tantos años de oficio, parecían no requerir sus servicios como antes. La tienda –o bombonera, como la llamaban sus amigos–, ubicada en un cándido rincón de Oregón, hacía serios esfuerzos por sobrevivir al azote económico mientras Alex veía agitarse los expositores donde descansaban la ropa y accesorios que diseñaba y cosía con mimo. Sólo hizo doscientos dólares de caja en una semana, con eso no podía pagar el alquiler, ni por supuesto el sueldo de Yvainne, ni la gasolina, comer… Echó el candado y fue hacia la Streetbob aparcada junto a la puerta. Tenía un plan: llegaría a casa, se pondría cómoda, puede que trabajara un poco mientras tomaba un té caliente –hacía tanto frío que lo iba a necesitar–, y el lunes regresaría para enfrentarse una vez más a la odisea de sobrevivir con un negocio propio en tiempos como estos.
   Su levita de cuero bailó por encima de la nieve que marcaban los neumáticos mientras regresaba a casa, atravesando un camino anegado en curvas.

 
   Transcurrieron unos meses antes de que se decidiera a dejar su refugio helado. Meses de meditación donde intentó comprender qué había salido mal en un plan que se le antojó perfecto. A ráfagas recordaba las palabras de aquel hombre de S.H.I.E.L.D. que le disparó desde el suelo. No, el problema no fue que él no tuviera el carisma necesario o la determinación para lograrlo, tampoco fue cosa de su ejército, ni siquiera del hombre de hierro, el ser verde, ni del soldado; el problema fue Thor, como siempre. Él y su fijación por hacer fracasar cada plan que emprendía... También recordaba lo que dijo, y no lo hacía a ligera: le preguntó si se creía superior a los humanos y ante su respuesta dijo que no había comprendido nada, que debía ser como ellos para poder gobernarlos.
   No lo quiso reconocer –jamás lo haría–, pero aún viniendo de él aquellas palabras anidaron en su mente. ¿Cómo podía ser posible? ¿Qué hizo Thor durante su estancia en La Tierra? ¿Acaso se volvió un ser inferior gratuitamente? ¿Fue así como vivió todo aquel tiempo? Le pareció impensable, aunque sólo al principio. Quizá el comentario de aquella estúpida mole rubia encerrara algo de lo que él pudiera sacar provecho. Ese fue el motivo por el que decidió quedarse: estudiar a las hormigas con detenimiento, desde cerca, en el anonimato, pasar desapercibido… Aquello fue lo que más le costó asimilar al semidios: largas jornadas dedicó meditando la teoría de su hermano imbécil, pero finalmente llegó el momento, se decidió a dejar el ártico, volver a mezclarse con aquellos seres inferiores y observar sus movimientos. Estaba preparado para afrontar la experiencia y disfrutarla. Fuera como fuere les haría experimentar sus poderes, comprobaría su capacidad de aguante y su cordura, no los subestimaría como la otra vez, pero por ello no dejaría de divertirse con los humanos como sólo sabe hacerlo el dios de las travesuras.
   Era de noche, una noche de nubes bajas, nieve y bruma. El camino no estaba iluminado cuando levitó hasta apoyar los pies en la calzada. Escuchaba el rugido de un motor y casi podía ver las luces del vehículo aproximándose a gran velocidad. Podía escuchar la canción estridente, podía ver al conductor despreocupado dando un trago más a la botella de whisky.
   Tres…
   Dos…
   Uno.
   Las luces iluminaron su silueta mientras Jerry, alarmado, se percataba de que había alguien en la calzada dando un volantazo. Los frenos chirriaro cuando la dirección se bloqueó por el brusco giro de volante. Un grueso tronco hizo las veces de freno deteniendo el descenso que podía haber acabado con su vida. El coche quedó con los faros aún encendidos, los intermitentes parpadeantes y la mitad delantera hecha pedazos.
   Aturdido, Jerry intentó bajar del vehículo. Sentía un intenso dolor de cabeza mientras buscaba al tipo de la carretera rezando todas las oraciones que conocía. Si había atropellado a un hombre, jamás podría perdonárselo... Caminó torpemente hasta que sufrir un fuerte mareo que le hizo caer al suelo. Loki, impertérrito, observaba la escena desde el mismo punto donde empezó.
El humano estaba malherido, agonizante...
   –Sería una lástima dejar que padecieras el dolor de una muerte terrible –dijo extrayendo de su abrigo una pequeña daga con la que atravesó su sien–. Te libero del dolor, Jerry.
   El cuerpo de Jerry se estremeció, pero al instante quedó quieto sobre la nieve. Loki casi pudo distinguir una sonrisa de agradecimiento en sus labios…
   Comenzó a desvestirlo con cuidado, con mimo. Le quitó las botas de caña, los pantalones vaqueros, el jersey con capucha y los guantes para ponérselos él a continuación. No podía pasar desapercibido entre los humanos con sus ropas asgardianas; aquel traje era mucho mejor que el suyo en lo que a anonimato se refería. Arrastró el cuerpo detrás de la furgoneta y allí, arrodillado junto a él, puso las manos en su pecho concentrándose para hacer que desapareciera  enviándolo muy lejos, a algún lugar donde flotaría durante la eternidad descomponiéndose poco a poco.
   «Mejor no» dijo Loki. Sabía dónde enviar el cadáver desnudo de Jerry para que éste apareciera en el cielo, produciendo una tremenda excitación...
   El cuerpo se esfumó envuelto en luz. 
  Bien, ya estaba vestido y estaba entre ellos, ahora debía integrarse. Todo funcionaba. Tendría que inventar una historia coherente y… Escuchó un nuevo sonido de motor, éste más débil y a la vez más musical que el de la furgoneta. Sin un plan mejor decidió ocupar el asiento de Jerry,  simular que había sufrido él el accidente no era tan mala opción.

   –¿Pero qué? –Alex se quitó el casco sujetando la moto entre las piernas. Lo dejó colgado del volante mientras se acercaba a la furgoneta todavía con el motor y las luces encendidas–. ¡Madre mía…! –Exclamó al ver que había alguien dentro del vehículo–. ¿¡Estás bien!?
   –...
  –Oh, Dios… – A Alex le temblaban las manos, tenía el estómago revuelto. Intentó aproximarse a la puerta del conductor para ayudarle, pero antes de llegar el accidentado salía por su propio pie–. ¿Estás bien? –Repitió histérica.
   –Sí.
   –¿Te has hecho daño?
   –¿¡Cómo me voy a hacer daño!?... ¿Cómo se llama este lugar?
   –¡Joder, seguro que tienes una conmoción! ¡Te habrás golpeado la cabeza! –Le dijo Alex tomándolo del brazo para prácticamente arrastrarle hasta la moto.
   Loki se dejó llevar un tanto extrañado por la reacción de la humana.
   –¡No tengo casco para ti! ¡No sé si te lo puedes poner con el golpe…! ¡MIERDA DE PUTA SEMANA! Agárrate fuerte –gritó prácticamente anclando las manos de Loki a su cintura–. No quiero que encima te mates por el camino.
   –No te preocupes, soy inmortal.
   –Estupendo… Definitivamente te has dado en la cabeza.
  En Amapol Citric XX, amanecía un rosáceo y perfumado día perfecto. Las habitantes de aquel divino planeta desrrulaban rulos cobalto de largas y brillantes cabelleras verdes, saludando un nuevo día desde la puerta de sus casas florales para empezar con las labores de glamour, como cada día desde que aquel maravilloso mundo era mundo.
   La actividad planificada por la diosa menor Manicura, consistía en una reunión de todas las habitantes del pequeño planeta en la plaza de la fuente de Diorizen, donde daría lugar el ancestral ritual religioso de coloreado de pezuñas. Todo transcurría con normalidad hasta que  un grupo de amapolixx comenzó a gritar despavorido señalando al cielo. Flotando en el aire, salido de la nada, en cueros, había llegado El Anticitrics, tal como rezaban las antiguas escrituras...

Versículo 97846: Y una mañana de ritual anciano, aparecerá en el cielo El Anticitrics desnudo, mostrando el báculo marmóreo con el que sembrará el terror por siempre entre las amapolixx.

   Cortesía de Loki, por supuesto.
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Envueltos en luces, los dos hermanos reemprendían el camino de regreso a casa. Loki esposado, amordazado, era la bestia que Thor pretendía arrojar a los pies de Odín: finalmente cumplió su misión... o eso pensaba mientras Los Vengadores separaban sus caminos, sus vidas, una vez restaurada la calma.
   ¿Y por qué su hermano no se percató de lo que estaba ocurriendo? Porque Loki era superior a él, siempre, en todos los aspectos. El muy idiota no reconoció que su copia, el mejor trabajo que Loki había hecho en cosa de duplicación, era la que agarraba el teseracto y viajaba con él a través de la luz, entre dimensiones y galaxias, para que la paz volviera a reinar en La Tierra. Presintió la furia que sentiría cuando tan fácilmente como se dejó atrapar, desapareciera... Tal como supuso, en cuanto el falso Loki soltó la mayor fuente de energía conocida en el universo, Thor se separó del cubo y salió despedido para quedar, como merecía, perdido en los confines del universo.
   Mientras todo esto sucedía, el auténtico Loki seguía oculto en la tierra, pero en un lugar que se encontraba tan lejos de todo ser viviente, que jamás podrían haberlo encontrado sin que así fuera su voluntad. Él, hijo de Laufey rey de los gigantes del hielo, siendo dios del engaño y príncipe de la discordia, tenía medios de sobra para protegerse de todo salvo de sí mismo; su naturaleza comenzaba a cambiar sin que lo tomara en cuenta, poco a poco iba convirtiéndose en el dios del mal que sería próximamente… Pero eso aún debía llegar, de modo que se limitó a continuar oculto y ver una pequeña parte de cuanto le rodeaba desde el ártico, refugiado entre el hielo, donde casi se sentía como en su auténtico hogar.
   No estaba inquieto porque le buscaran, La Tierra era precisamente el lugar donde se encontraba más seguro. Nadie sospecharía que continuaba allí  después del poco afortunado asunto de Los Vengadores…

   Alex había tenido lo que se entiende por una semana de mierda. Cernida en su horizonte se alzaba una conjunción de esas cosas fascinantes que sólo le podían pasar a una en el peor de sus momentos. La llamada de su madre fue sólo el comienzo: conteniendo la emoción, la mujer acabó por confesarle que sí, que finalmente volvía a casarse con el retrasado mental –en sentido figurado– que tenía por pareja. Pero eso, se dijo mientras bajaba la persiana del pequeño negocio abierto meses atrás, era sólo uno de sus tantos problemas.
   La cosa no iba bien, indudablemente. Los clientes, una selección de personas que vestía y maquillaba con maña adquirida durante tantos años de oficio, parecían no requerir sus servicios como antes. La tienda –o bombonera, como la llamaban sus amigos–, ubicada en un cándido rincón de Oregón, hacía serios esfuerzos por sobrevivir al azote económico mientras Alex veía agitarse los expositores donde descansaban la ropa y accesorios que diseñaba y cosía con mimo. Sólo hizo doscientos dólares de caja en una semana, con eso no podía pagar el alquiler, ni por supuesto el sueldo de Yvainne, ni la gasolina, comer… Echó el candado y fue hacia la Streetbob aparcada junto a la puerta. Tenía un plan: llegaría a casa, se pondría cómoda, puede que trabajara un poco mientras tomaba un té caliente –hacía tanto frío que lo iba a necesitar–, y el lunes regresaría para enfrentarse una vez más a la odisea de sobrevivir con un negocio propio en tiempos como estos.
   Su levita de cuero bailó por encima de la nieve que marcaban los neumáticos mientras regresaba a casa, atravesando un camino anegado en curvas.

 
   Transcurrieron unos meses antes de que se decidiera a dejar su refugio helado. Meses de meditación donde intentó comprender qué había salido mal en un plan que se le antojó perfecto. A ráfagas recordaba las palabras de aquel hombre de S.H.I.E.L.D. que le disparó desde el suelo. No, el problema no fue que él no tuviera el carisma necesario o la determinación para lograrlo, tampoco fue cosa de su ejército, ni siquiera del hombre de hierro, el ser verde, ni del soldado; el problema fue Thor, como siempre. Él y su fijación por hacer fracasar cada plan que emprendía... También recordaba lo que dijo, y no lo hacía a ligera: le preguntó si se creía superior a los humanos y ante su respuesta dijo que no había comprendido nada, que debía ser como ellos para poder gobernarlos.
   No lo quiso reconocer –jamás lo haría–, pero aún viniendo de él aquellas palabras anidaron en su mente. ¿Cómo podía ser posible? ¿Qué hizo Thor durante su estancia en La Tierra? ¿Acaso se volvió un ser inferior gratuitamente? ¿Fue así como vivió todo aquel tiempo? Le pareció impensable, aunque sólo al principio. Quizá el comentario de aquella estúpida mole rubia encerrara algo de lo que él pudiera sacar provecho. Ese fue el motivo por el que decidió quedarse: estudiar a las hormigas con detenimiento, desde cerca, en el anonimato, pasar desapercibido… Aquello fue lo que más le costó asimilar al semidios: largas jornadas dedicó meditando la teoría de su hermano imbécil, pero finalmente llegó el momento, se decidió a dejar el ártico, volver a mezclarse con aquellos seres inferiores y observar sus movimientos. Estaba preparado para afrontar la experiencia y disfrutarla. Fuera como fuere les haría experimentar sus poderes, comprobaría su capacidad de aguante y su cordura, no los subestimaría como la otra vez, pero por ello no dejaría de divertirse con los humanos como sólo sabe hacerlo el dios de las travesuras.
   Era de noche, una noche de nubes bajas, nieve y bruma. El camino no estaba iluminado cuando levitó hasta apoyar los pies en la calzada. Escuchaba el rugido de un motor y casi podía ver las luces del vehículo aproximándose a gran velocidad. Podía escuchar la canción estridente, podía ver al conductor despreocupado dando un trago más a la botella de whisky.
   Tres…
   Dos…
   Uno.
   Las luces iluminaron su silueta mientras Jerry, alarmado, se percataba de que había alguien en la calzada dando un volantazo. Los frenos chirriaro cuando la dirección se bloqueó por el brusco giro de volante. Un grueso tronco hizo las veces de freno deteniendo el descenso que podía haber acabado con su vida. El coche quedó con los faros aún encendidos, los intermitentes parpadeantes y la mitad delantera hecha pedazos.
   Aturdido, Jerry intentó bajar del vehículo. Sentía un intenso dolor de cabeza mientras buscaba al tipo de la carretera rezando todas las oraciones que conocía. Si había atropellado a un hombre, jamás podría perdonárselo... Caminó torpemente hasta que sufrir un fuerte mareo que le hizo caer al suelo. Loki, impertérrito, observaba la escena desde el mismo punto donde empezó.
El humano estaba malherido, agonizante...
   –Sería una lástima dejar que padecieras el dolor de una muerte terrible –dijo extrayendo de su abrigo una pequeña daga con la que atravesó su sien–. Te libero del dolor, Jerry.
   El cuerpo de Jerry se estremeció, pero al instante quedó quieto sobre la nieve. Loki casi pudo distinguir una sonrisa de agradecimiento en sus labios…
   Comenzó a desvestirlo con cuidado, con mimo. Le quitó las botas de caña, los pantalones vaqueros, el jersey con capucha y los guantes para ponérselos él a continuación. No podía pasar desapercibido entre los humanos con sus ropas asgardianas; aquel traje era mucho mejor que el suyo en lo que a anonimato se refería. Arrastró el cuerpo detrás de la furgoneta y allí, arrodillado junto a él, puso las manos en su pecho concentrándose para hacer que desapareciera  enviándolo muy lejos, a algún lugar donde flotaría durante la eternidad descomponiéndose poco a poco.
   «Mejor no» dijo Loki. Sabía dónde enviar el cadáver desnudo de Jerry para que éste apareciera en el cielo, produciendo una tremenda excitación...
   El cuerpo se esfumó envuelto en luz. 
  Bien, ya estaba vestido y estaba entre ellos, ahora debía integrarse. Todo funcionaba. Tendría que inventar una historia coherente y… Escuchó un nuevo sonido de motor, éste más débil y a la vez más musical que el de la furgoneta. Sin un plan mejor decidió ocupar el asiento de Jerry,  simular que había sufrido él el accidente no era tan mala opción.

   –¿Pero qué? –Alex se quitó el casco sujetando la moto entre las piernas. Lo dejó colgado del volante mientras se acercaba a la furgoneta todavía con el motor y las luces encendidas–. ¡Madre mía…! –Exclamó al ver que había alguien dentro del vehículo–. ¿¡Estás bien!?
   –...
  –Oh, Dios… – A Alex le temblaban las manos, tenía el estómago revuelto. Intentó aproximarse a la puerta del conductor para ayudarle, pero antes de llegar el accidentado salía por su propio pie–. ¿Estás bien? –Repitió histérica.
   –Sí.
   –¿Te has hecho daño?
   –¿¡Cómo me voy a hacer daño!?... ¿Cómo se llama este lugar?
   –¡Joder, seguro que tienes una conmoción! ¡Te habrás golpeado la cabeza! –Le dijo Alex tomándolo del brazo para prácticamente arrastrarle hasta la moto.
   Loki se dejó llevar un tanto extrañado por la reacción de la humana.
   –¡No tengo casco para ti! ¡No sé si te lo puedes poner con el golpe…! ¡MIERDA DE PUTA SEMANA! Agárrate fuerte –gritó prácticamente anclando las manos de Loki a su cintura–. No quiero que encima te mates por el camino.
   –No te preocupes, soy inmortal.
   –Estupendo… Definitivamente te has dado en la cabeza.
  En Amapol Citric XX, amanecía un rosáceo y perfumado día perfecto. Las habitantes de aquel divino planeta desrrulaban rulos cobalto de largas y brillantes cabelleras verdes, saludando un nuevo día desde la puerta de sus casas florales para empezar con las labores de glamour, como cada día desde que aquel maravilloso mundo era mundo.
   La actividad planificada por la diosa menor Manicura, consistía en una reunión de todas las habitantes del pequeño planeta en la plaza de la fuente de Diorizen, donde daría lugar el ancestral ritual religioso de coloreado de pezuñas. Todo transcurría con normalidad hasta que  un grupo de amapolixx comenzó a gritar despavorido señalando al cielo. Flotando en el aire, salido de la nada, en cueros, había llegado El Anticitrics, tal como rezaban las antiguas escrituras...

Versículo 97846: Y una mañana de ritual anciano, aparecerá en el cielo El Anticitrics desnudo, mostrando el báculo marmóreo con el que sembrará el terror por siempre entre las amapolixx.

   Cortesía de Loki, por supuesto.
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