Sabor Euforia YA A LA VENTA Wiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


¡¡¡¡¡¡Ovejas y ovejos del mundo!!!!!! NOTICIACA!!!!!!! 
Mimi, Pandora_cc más conocida por otros, acaba de sacar a la venta su primera novela ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡SABOR EUFORIA!!!!!!!!!!!!!!!!
¡¡¡Mu locas, nos volvemos mu locas!!! 
Ella ya nos habló de éste proyecto hace mucho tiempo y estábamos esperándolo como agua de mayo. Marimé ya se lo ha leído y yo estoy llegando al final y ¡¡¡¡¡¡ME MEGA MUERO OVEJAS!!!!!! TENÉIS QUE LEÉROSLO, O SEA RECOMENDADÍSIMO NO, LO SIGUIENTE. 

Os dejo el enlace al blog de Mimi y también el post que ha preparado para ATENTAS: 

¡¡¡¡¡el sorteo de una caja de bombones entre los gustadores de su página de facebook!!!!! 

Yo ya me he apuntado. Mi identidad secreta está entre los seguidores de ése sorteazo ¡jarl! Quedaré expuesta como le pasó a Iron man xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

Ale, ahí os dejo el enlace a su blog (http://pandoracc.blogspot.com.es/2013/01/sabor-euforia-ya-la-venta.html) y os copio el anuncio de nuestra chica:





Parecía imposible, después de todo el esfuerzo invertido, de las revisiones infinitas y de tantos otros temas varios, finalmente ESTAMOS EN EL AIRE.



Sabor Euforia, mi primera novela
¡a la venta en Amazon! 
 
 
 
 
¿Cuál es el sabor euforia? ¿Es emoción? ¿Felicidad? ¿A qué sabe exactamente?... Gala Duarte, una ilustradora deseando realizar sus sueños, se encuentra con la oportunidad de triunfar que siempre estuvo deseando.

Esta novela narra un trepidante viaje donde la alegría, la ilusión, el amor, la pena y tantas otras vivencias cotidianas, bailan íntimamente con la visión de las grandes multinacionales respecto a los sueños.

¿Qué es Sabor Euforia? Una aventura en seis días cuya acción se ubica en ese maravilloso mundo alejado de todo lo conocido.

La portada, una maravillosa combinación de técnicas pictóricas, corre a cargo de la exitosa ilustradora digital y tradicional Medusa Dollmaker. Autodidacta y mercenaria; entre sus clientes y publicaciones figuran: ‘Cabaret’ de Planeta DeAgostini, Edebé, Welovefine, Norma Editorial, Bohemme o Ballistic publishing.
 



Hazte seguidor del blog http://saboreuforia.blogspot.com.es/ y de mi página en Facebook http://www.facebook.com/MiriamAlonsoRodrigues para mantente informado de las sorpresas, regalos, promociones, contenido adicional, concursos y noticias que poco a poco irán llenando estos espacios. 
Deja que te envuelva el Sabor Euforia. 


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¡¡Aprovecho para dejaros también aquí el sorteo que estamos preparando en Facebook!!




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Hey en serio, seres lanudos del mundo: NUNCA OS VAMOS A PODER RECOMENDAR MÁS ALGOOOOOOOO LEEDDDDDDDDDDD!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


Fanfic Dentro del Laberinto. Capítulo 33 + NOTICIAS


33. EL RESCATE



Facice lloraba. Había recibido la carta y leído con ansiedad para encontrar la peor de las noticias. Pelusilla, su gran amiga, estaba en el castillo mientras ella era un mar de lágrimas en el jardín. No pudo seguir trabajando, apenas podía sujetar la regadera con la mano. Arrugando su delantal entró al castillo con los ojos enrojecidos. Pero no fue con ella con quien se encontró en el recibidor, fue con Sarah que bajaba las escaleras, aquella mañana,  relajadamente: había conseguido dormir toda la noche por primera vez desde hacía demasiado tiempo.
–¿Facice? ¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras? –Dijo tomándola del diminuto brazo. La goblin no acertaba a mirarla de frente sumida en la desesperación.
–Señora… –dijo agarrándose a la falda de Sarah–. ¡Están perdidos!
–¿Cómo que están perdidos? –Preguntó ella sintiendo su corazón latir precipitadamente.
Su Ilustrísima Majestad intentó contener su propia angustia para dejar salir la de la goblin, que lloraba desconsolada aferrada a su delantal. No respondió las preguntas que hizo, casi ni podía hablar, pero no fue necesario: sacó de su delantal arrugado la carta recibida desde el frente y se la entregó a Sarah, que comenzó a leer sintiendo el corazón a punto de escaparle del pecho.

“…se los han llevado a los dos, el rey no tuvo más opción que obedecer y salir a rastras del campamento. Estos monstruos nos han rodeado y están matando a los heridos, mi esposa querida. Tengo miedo porque ésta es la última vez que hablaré contigo, y lo haré por carta. ¡Oh Facice! Rehaz tu vida, no me llores. Ten el bebé que siempre quisimos con otro que pueda estar a tu lado…”


No pudo continuar leyendo.


Cinco días antes Jareth comenzó a urdir el único plan inteligente que se podía llevar a cabo: debía entregarse y acabar con el padecimiento de sus soldados.
Avistar al hombre pantera fue esclarecedor: tenía que hacer algo. Y lo hizo… De qué manera. Aquella misma noche escribió una carta a la reina de las hormigas exponiendo sus condiciones para la rendición: los goblins debían ser tratados con dignidad, dejarían que regresaran al castillo los que pudieran hacerlo por su propio pie, no haría magia mientras estuviera en el hormiguero, y lo que era más importante, finalmente le daría cuanto deseaban.
Habían ganado.
Tres días más tarde las hormigas les rodearon. Eran legión, eran miles, ¡millones de monstruos! Jareth abandonó su tienda de campaña de la mano de Sofía, que miraba a todos lados espantada. Jamás imaginó que el enemigo fuera tan fiero, siempre quiso creer que aquella guerra era una exageración y las hormigas inútiles insectos. Sólo cuando una comisión kilométrica los custodió al hormiguero, comenzó a tomar conciencia.
–¿Qué van a hacernos?
–No lo sé, somos prisioneros de guerra.
Pero sí lo sabía, iban a matarlos a los todos, por eso envió aquella carta declarando sus condiciones para la rendición. En cuanto vio cómo se movían las tropas de las hormigas, aquella maldita pantera blanca y la disminución de goblins entre sus filas, supo que era lo único que podía hacer para salvarlos.
–Camina, rey goblinz –siseó una hormiga amenazándole con su afilada antena del tamaño de una espada, naciéndole en la cabeza.
–Jareth tengo miedo.
–Todo acabará pronto –declaró. Tomando a Sofía de la mano iniciaron el camino hacia el hormiguero.



–Pero Sarah, yo no puedo.
–Claro que puedes.
–No, no puedo.
–Hoggle, por favor –rogó agotada–. No me hagas esto. Necesito que te quedes al frente del castillo y de todo hasta que vuelva. Van a matarlo… –dijo intentando no romper a llorar con su amigo delante–. Tengo que ir a salvarle.
–Pero ¿cómo lo vas a hacer, querida? ¿No te das cuenta de que no puedes luchar contra un ejército con miles de soldados llevando sólo a los goblins que quedan en el castillo?
–No vendrán conmigo. 
–¿Cómo? –Preguntó incrédulo–. ¿Me estás diciendo que vas a ir hasta allí tú sola? –No hizo falta que respondiera. La determinación que pudo ver en la cara de Sarah lo hizo por ella.– No puedo creer lo que dices, te condenarás también a muerte.
–Es que Hoggle, si lo matan… Yo no podré… ¡Tengo que intentar salvarle!
–Sarah por favor…
–¿Puedo salir del reino sin atravesar otra vez el laberinto? –Preguntó pensando en la cantidad de tiempo que perdería al atravesarlo.
–No te lo diré, ¡no permitiré que te suicides! –Replicó su amigo.
Pero finalmente nada pudo hacer para que cambiara de idea. Hoggle despidió a Sara entre abrazos, besos y ruegos para que no se marchara. Le dijo que Jareth era listo y seguramente aquello sólo era otra de sus estrategias para salir vencedor en la liza, pero no la pudo convencer. Resignado, acabó por llevarla junto a una enorme tinaja de barro donde debía introducirse para alcanzar los conductos de mantenimiento, y allí girar siempre a la izquierda; así alcanzaría una escalerilla que la llevaría directamente a la salida del reino, donde tenía que caminar tres jornadas para alcanzar el frente.
Le abrazó. Si no iba a volver a verle nunca, si realmente estaba en lo cierto, no quería marcharse sin hacerle saber que era una de las personas más importantes de su vida.
Asomado en lo más alto del castillo, Hoggle no tuvo fuerzas para verla marchar.

 
«Aguanta Jareth –dijo Sarah saliendo del agujero al otro lado del reino de los goblins, cuando topó con un paisaje árido y desolador–. Ya estoy en camino, aguanta un poco más».






Maripa



Ola ke ase xDDDDDDDDDDDDD 
No, no nos hemos vuelto llamas, seguimos en el redil ovejero, pero pero traemos buenas nuevas. 
Una de nuestras ovejillas empieza a publicar un Fanfic, un Fanfic de Loki de Los Vengadores que no os podéis perder, en su blog, chatas. Lo colgaremos también en éste blog pa vuestro deleite, pero de todas formas pa las que sean to ansias, os dejamos aquí la dirección: http://pandoracc.blogspot.com.es/

La otra noticias es que esa misma ovejilla publica su novela en breve (nos han soplao que antes de febrero) y... Ohhhh God!!! Os La Recomendamos Muchíiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo jajajajajjajajajjajajjja

Ale majos, ta lue y gracias!!!

Fanfic Dentro del Laberinto. Capítulo 32.


32. GIROS A LA DERECHA. 



Podía, por supuesto que podía. Las escuchó en la celda y también las noches siguientes cuando despertaba entre pesadillas. Había sido tan imbécil como para soltarle, por eso Jareth no la dejaba bajar allí, para que no hiciera idioteces, pero tuvo que bajar, por supuesto... Pensaba cuando se sentía tan débil que un poco de brisa intensa podía hacerla rodar por el suelo. Pero, pero... No siempre era así. Constantemente repetía la conversación con Morgan en el calabozo, justo antes de su ataque: Sofía y las constantes idas y venidas de Jareth al castillo. El exprisionero lo había logrado, Sarah desconfiaba de Jareth tanto como podía hacerlo de su laberinto.
Si no se hubiera mostrado tan extraño con ella, si no le hubiera dado por tratarla de aquellos modos no habría bajado a la celda a hablar con Morgan, mucho menos le habría liberado, pero todo resultaba tan fuera de lo común...


A la misma hora que Sarah despertaba de su pesadilla, Jareth se ajustaba la armadura al pecho con ayuda del goblin más alto de su reino. Partirían hacia la batalla poco después.
El territorio era hostil, un lugar que nunca le agradó donde la supervivencia era prácticamente una utopía. Por eso las envió allí, para que murieran entre agónicos sufrimientos. El primer envite contra las hormigas se produjo antes del amanecer. Jareth cargó con todas sus fuerzas contra el hormiguero secundario, e inmediatamente seguido al principal. Si lograban asaltarlo podrían hacerse desde allí mismo con el otro, mucho más protegido y mucho más grande, dado que en él vivía la maldita reina, un monstruo que debía pesar dos o tres toneladas... repulsiva.
Al medio día se hizo con el secundario. Pateó cabezas con antenas (también sin ellas, afortunadamente eran las de menos) hasta acceder al lugar donde los hormigueros se comunicaban. Llegados a ese punto todo el ejercito goblin tuvo que retroceder. Podía haber previsto que la brecha estaría custodiada por hormigas casi más grandes que él y armadas hasta los dientes, pero enfurecido como estaba no fue previsor. La liza costó más de cien bajas en el ejército goblin y casi las mismas en el hormiguero. Claro que aquellos animales se recuperarían antes, tenían aquella reina fétida pariendo larvas constantemente. Debía pensar un nuevo plan de ataque lo antes posible para llegar hasta ella.
Los pocos que se mantuvieron en pie le siguieron en la retirada al campamento. Allí debían recuperarse lo antes posible porque aguardaba una dura noche de vigilancia y alerta constante, mientras él definía la victoria, meditándola con precisión ésta vez. No podía permitirse perder tantos goblins como había perdido en la brecha.

-¿Cómo estás, qué tal ha ido? -Sofía seguía lívida, desde que Jareth se marchó no había podido siquiera sentarse como una persona normal, sino que estuvo caminando errática hasta verle aparecer en la montura.

Desde que llegara un par de jornadas atrás no había logrado comer. Estaba tan absolutamente aterrorizada por lo que había encontrado de regreso al Laberinto que no podía creer cuanto veía. Nada de aquello era como recordaba, lo que soñó recuperar durante años. En vez de a quiebros y pasadizos, Jareth la había llevado a una guerra. Le había dicho que el laberinto ya no existía, que las hormigas lo habían destruido y por eso tenía que enfrentarse a ellas en pleno campo de batalla. Destruido, pensaba Sofía con el corazón en un puño; destruido sin más.
Comprendía que Jareth estuviera rabioso, dolido y deseando la venganza, comprendía a fin de cuentas que la tratara de modo tan extraño.

-¿Ha ido bien?
-¡No! -Dijo él exasperado. Casi se había puesto a trabajar con los mapas y la sentía con la vista fija en su espalda, esperando respuestas que no quería ni le apetecía dar-. ¿De verdad tenías que preguntarlo? ¿No era evidente? Me fui con cinco mil goblins, he vuelto con menos de dos mil.
-Lo lamento mucho...
-Ahora déjame trabajar.
Sofía, descartando la idea de dejarle solo en aquel duro momento, se aproximó a la mesa llena de papeles donde Jareth parecía estar haciendo esfuerzos sobrehumanos para concentrarse.
-¿Puedo ayudarte en algo? -Preguntó cerca de su oído. Tenía el aliento tan caliente que a Jareth se le erizó el vello.
-¿Puedes mantener la boca cerrada y ¡callarte de una maldita vez!? -Retrocedió dolida.
-Lo siento, sólo quería ver si...
-¿Quieres hacer algo por mí, de verdad lo quieres?
-Claro.
-Sal ahí fuera. Ayuda a curar a los pocos heridos que todavía respiren y déjame solo.
-De acuerdo -dijo Sofía dócilmente. Su amor estaba trabajando, él estaba protegiéndolos a todos, no era un buen momento para decirle que se sentía realmente mal estando allí de brazos cruzados, y también se sentía mal por él, por cómo la trataba... por todo. Deseó que las cosas cambiaran al día siguiente, sin saber que se pondrían todavía más difíciles.


Al amanecer Jareth abandonó el campamento, él solo. Tenía hombres para luchar, pero la fuerza real de su ejército estaba magullada debido a su precipitación. La jornada anterior pensó que se harían con la reina y no lo hicieron. Las heridas de sus mejores hombres iba a ser una culpa arrastrada durante mucho tiempo. Hasta que ellos se recuperaran sólo tenía a unos cuantos trabajadores del castillo, que habían llevado como armas a una liza como aquella, unas cuantas palas y herramientas de cocina, pero ni siquiera la mayoría eligió una letal: un cuchillo, un hacha o algo, no. Muchos de los goblins habían acudido al frente armados con un palo aplanador de masa elaborado en madera, sin más. Tenía que asegurar su posición antes de una nueva embestida.
Escondido tras unos matorrales secos, en su forma de lechuza, esperó y esperó durante horas hasta que sucediera algo que presentía, pero no sabía qué. Ante sus ojos, pero todavía lejana, había una pantera blanca que atravesaba rauda el terreno neutro entre los dos frentes.
No podía creerlo, pero los de Sybare se habían metido en sus asuntos sin el menor decoro. Pensó que quizá cuando su ejercito se hubiera recuperado, comenzaría un ataque al reino vecino. Les enseñaría quién era él, rey de los goblins.


Como no podía ser de otra manera, Sofía le esperaba en pie junto a la puerta de la tienda. Se mostró excitada al verle aparecer. Recompuso su ropa y trató de arreglarse el cabello, aunque debía tener un aspecto deplorable porque con la prisa olvidó meter un cepillo en la maleta.
-¿Todo bien?
-¡No, maldita sea, no va todo bien!
-¿Qué ha pasado?
-Sybare es lo que ha pasado. ¡Malditos entrometidos! ¿Qué diablos hacía una pantera por aquí?
-¿Una pantera? Antes ha venido una al campamento.
-¿Qué dices? -Preguntó Jareth. Por primera vez en mucho tiempo, Sofía había captado por completo su atención.
-Vino a traer esto -dijo tendiéndole un pergamino enrollado-. Espero que sean buenas noticias...
Pero Jareth ya no la escuchaba. Desdobló el papel para leerlo atentamente.

Ya que no te dignas a venir, retendremos a tus mensajeros el tiempo necesario hasta que vengas a reclamarlos.

-Llama a Ucuster, el goblin que se encarga del correo. Quiero que venga a mi tienda ahora mismo.
-Claro -dijo Sofía servicial pero preguntándose cómo podría encontrar a un goblin entre aquel enjambre.


Mientras ella abandonaba la tienda, Jareth tomó papel y pluma, pero no lo hizo para responder a los Sybaros, de ellos se ocuparía en persona: nadie le robaba lo que era suyo, y maldita sea que Dydimus y Ludo lo eran. Aunque se ocuparía de ese asunto en la siguiente carta, por el momento debía escribir a Sarah.
Amor mío.
Primero debo decirte que todos estamos bien aquí. El conflicto ha resultado ser tanto como parecía, pero temo que sea más tedioso de lo que esperaba, por lo que seguramente mi regreso se retrase un poco más de la cuenta. ¿Cómo van las cosas por allí? ¿Te están obedeciendo? No temas ser cruel con ellos, ya sabes cómo es mi carácter... están acostumbrados.
Te extraño Sarah. No hago más que pensar en ti a todas horas. ¿Me extrañas tú? ¿Encuentras nuestra cama gigantesca? La mía lo es. No hay nadie aquí que me consuele, nadie que me sostenga, pero por fortuna todo esto acabará pronto. Regresaré a tus brazos, a tu vientre y seremos felices, estaremos en paz y podremos ser los reyes que el laberinto merece.
Te amo mi vida.
Cuídate por mí, por los dos.
Tuyo, Jareth.



-¿Y qué le pone la carta? -Preguntó Pelusilla.
-Que está bien, pero parece que la cosa se va a alargar un poco -respondió Sarah sonriendo triunfal. No podía estar mintiéndole, no si le decía todo aquello.
-Qué curioso... Facice, la señora de uno de los capitanes se ha echado a llorar después de leer la carta de su marido, aunque bueno ¡igual era de alegría!
-Sí, seguramente... -comentó pensativa.
De modo que los goblins casados también estaban enviando cartas desde el frente...
-¿Dónde puedo encontrar a Facice, Pelusilla?
-Huy, pues donde siempre, en el jardín.
-¿Me llevarías hasta ella?
-¿Cuándo?
-Ahora mismo.
-Pero ahora debe estar ocupándose de las flores. Los tresins de cada semana lo que hace es coger la regadera y...
-Llévame, no me importa qué esté haciendo.
-Por supuesto su Ilustrísima Majestad.

Fueron en busca de la goblin que estaba sola en el jardín, efectivamente regadera en mano. Con los ojos llorosos intentaba cumplir la rutina del tresins, porque al día siguiente, aqcthor debía mantener el jardín trasero.
-Facice, su Ilustrísima Majestad quiere hablar contigo.
-Sí, su Ilustrísima Majestad.
-Facice, hola -saludó Sarah intentando mostrar el mayor tacto posible-. Tengo que hacerte una pregunta un tanto extraña... ¿Me dejarías leer la carta que te ha enviado tu esposo?
-¿Ha hecho algo malo, su Ilustrísima Majestad?
-No, no, no es eso... ¿Me dejarías leerla?
-Por supuesto -dijo sacando un papel arrugado del bolsillo de su delantal-. Aquí la tenéis, su Ilustrísima...
-Llámame Sarah, por favor.
-Su Ilustrísima Sarah.


¡Maldito sea! ¡Debía partirle un rayo por ser tan sumamente mentiroso y manipulador! ¿Por qué le decía que las cosas iban estupendamente cuando los goblins no dejaban de morir a manos de las hormigas? La carta del marido de Facice lo decía bien claro: “nos han asediado, el rey pensó que podíamos entrar por el segundo hormiguero, pero ellas son muchas y fuertes. Mataron a trescientos de mis hombres en un abrir y cerrar de orejas, cariño. Esto es horrible. Todos los heridos están luchando por recuperarse porque el rey quiere continuar el ataque lo antes posible, pero no se da cuenta de que estamos agotados. Si ésta es la última carta que debe llegarte, mi amada Facice, quiero que sepas que...”
Sarah se puso la capa y salió del castillo. Atravesó la ciudad, atravesó el vertedero, atravesó el bosque y el pantano del hedor y continuó recorriendo el laberinto a la inversa de cómo lo hizo la primera vez, hasta llegar a las puertas custodiadas por los dobles naipes.
En esta ocasión sabía exactamente lo que quería y no dudó en echar a un lado al naipe azul para dejarse caer y que las manos la agarraran.

-Otra vez tú por aquí.
-No la llames de tú, es la reina.
-¿Y qué elige la reina: arriba o abajo?
-Elijo aquí. He venido a hablar con vosotras.
-¿Por qué?
-Porque dijisteis que me echaríais una mano.
Cualquier signo que delatara un rostro desapareció, aunque Sarah las escuchó susurrar.
-¿Qué quieres?
-Quiero que me digáis dónde está Jareth.
-En la guerra.
-Eso ya lo sabía. Pero ¿dónde? ¿al norte? ¿al sur?
-Al este, en el reino del exilio.
-Junto al gran risco.
-Atravesando el río.
-Encontrarás un lodazal.
-Y tras él, verás los campos de los exiliados.
-Gracias, parece que nadie quería contármelo -comentó inquieta-. ¿Sabéis por qué?
-No, sólo somos manos.
-Gracias por ayudarme.
-¿Qué elige la reina: arriba o abajo?
-Ésta vez elijo arriba.
-Bien hecho.
-Esperad, esperad -rogó deteniendo el ascenso-. ¿Podré venir aquí a pediros que me echéis otra mano si lo necesito?
-Como desees.
-De acuerdo, entonces no le digáis a Jareth que he estado, por favor.
-Como desees -comentaron subiéndola hasta que pudo agarrarse a la abertura del suelo y escalar el tramo que le quedaba.

Ahora sólo debía regresar al castillo sin olvidarse de que, para hacerlo, sólo debía girar a la derecha.


Maripa

¡¡¡FELIZ 2013 GUAPURAS PELÚAS!!!