Alyssa quedó muda.
—Ahora mírame —dijo
él aproximando su taburete al de la chica—, mírame ratoncito… Bien. Vas a
acercarte a tus amigos y decirles que vuelves a casa porque estás muy cansada.
Después me esperarás en tu coche, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —respondió
mientras Damon se alejaba, como despertando de un sueño—. Perdona —le dijo—,
tengo que volver con mis amigos.
—Hasta pronto —él
levantó su vaso de whisky a modo de despedida.
Giselle no
comprendió por qué quería marcharse tan pronto, menos todavía en aquel punto de
la fiesta donde todo se volvía maravilloso gracias al surfista. Alyssa alegó
dolor de cabeza —era lo mejor de haber sufrido un fuerte golpe y la pérdida de
memoria: nadie la retenía en ningún lugar si decía que le dolía la cabeza—,
recogió su bolso y se marchó. Su amiga no la detuvo a pesar de que no debía
conducir por su medicación.
De camino al
coche pensaba que ni siquiera tenía sueño. No sabía por qué se marchaba tan
pronto, quizá después fueran a algún otro lugar más animado y pudiera
divertirse un poco. El hecho de que la puerta del copiloto se abriera sin más
ni más, no la alteró en absoluto.
—¿Quieres que
conduzca yo? Puede que aún no estés recuperada de tu golpe en la cabeza… —sugirió
con doble intención manifiesta.
—¿Cómo sabes
que disparé dos veces?
—¿Cómo sé que
disparaste, cómo sé que te llamas Alyssa…? No importa, nada importa —dijo
acercándose a ella y su cuello desnudo—, solo que estamos en este coche,
¿verdad?
—No en
realidad, tú sabes de qué me conoces, pero yo…
—Cierto,
cierto, perdiste la memoria… La noche que nos conocimos debí quitarte demasiada
sangre.
Los ojos de
Alyssa se abrieron mucho con la sorpresa; le reconoció y al momento el terror
la poseyó sin dejar espacio para que algún pensamiento racional mediara con el
miedo atroz que experimentó, mayor incluso que el día del accidente, podía
recordarlo. Echó mano a la manilla de la puerta y tiró. Consiguió abrir solo un
par de centímetros porque Damon estaba al otro lado, bloqueándola, mostrando
sus blancos colmillos que destacaban en la noche. Solo un pestañeo después
volvía a estar en el interior del vehículo.
—Bueno, ahora
que nos reencontramos, dejemos los juegos, ¿te parece?
—¿Qué quieres
de mí? —se quedó rígida por completo en el asiento del conductor.
—¿No es
evidente? —volvía a acercarse como en el pub, con aquellos ojos azules que eran
de alguien demasiado mayor para aquel cuerpo, demasiado déspota y cruel. Con
los dientes apretados y una expresión feroz, Damon salpicó su aliento por
encima de la chica—. Quiero que vayamos a tu casa y lo pasemos bien.
—Por supuesto —dijo
ella presa por completo de su embrujo.
Cuando las
pupilas de Damon se dilataban frente a otras pupilas, cualquier cosa podía
suceder.
***
—¿Puedo pasar?
—Claro, entra.
Gratamente
sorprendido, Damon observó los pequeños detalles que, todos juntos, formaban el
hogar de la chica. Para ser camarera había resultado la mar de hábil economizando
espacio. Nada tenía que ver aquel lugar con su mansión en Mystic Falls, pero
podría sentirse cómodo entre aquellas paredes.
Alyssa aguardó
obediente, sentada en el sofá, mientras él curioseaba en busca de una bebida
apetecible. Maldecía en silencio, de entre todas las cafeterías atendidas por alcohólicas
que había en Estados Unidos, tuvo que ir a visitar la de una abstemia.
—¿No tendrás
algo de beber, no?... ¿Me oyes, ratoncito? —frunció el ceño todavía inclinado
para intentar ver los estantes más bajos de la nevera—. ¿Ratoncit…?
Un fuerte
golpe le calló. Alyssa sostenía rabiosa el extintor de emergencia que robó del
trabajo, cuando la cafetería cambió de dueños. Damon se desplomó completamente
inmóvil. Continuaba sosteniendo el extintor sobre la cabeza cuando se fijó en su
pecho… No respiraba. Dejó la bombona a un lado para acercarse a él y comprobar
en la distancia qué había ocurrido. Definitivamente no respiraba. Le entró el
pánico. Una cosa era librarse de un gilipollas y otra muy distinta mandarle al
otro barrio sin billete de vuelta. Además, le golpeó por la espalda y no
encontrarían signos de forcejeo ni nada parecido, por lo que ya se veía en
prisión. No habían forcejeado, ni mucho menos, sencillamente todos pensarían
que sin más ni más le había golpeado en la cabeza por la espalda.
Hiperventilaba,
no podía creerse que tras burlar la muerte encerrada casi dos meses en un
hospital, fuera a pasar lo que le quedaba de vida en la cárcel, pero
sorprendentemente…
—Eres muy ruda
—rugió Damon poniéndose en pie de un movimiento—, y muy, muy, descortés. Acabas
de empeorar mi día y dilapidar el tuyo.
La chica tomó
de nuevo la bombona intentando atizarle con ella. Damon se movió esquivándola esta
vez.
—¡Pero qué
coño eres!
—¡¿Dónde
tienes la verbena?! —exigió él.
—¿Qué verbena,
qué es eso? ¿Por qué no te mueres? —preguntó en un nuevo intento por
alcanzarle. Damon, cansado de los ataques, arrebató su improvisada arma
haciéndola inservible ante los ojos de Alyssa, que le vio doblar el metal como
si fuera papel—. Dios mío…
—Casi —respondió
él no menos molesto. Le había roto un par de vértebras, las más próximas al
cráneo, motivo por el que perdió el conocimiento con tanta facilidad—. Dame la
verbena.
—No tengo nada
de eso.
—¿Entonces por
qué despiertas de mi influjo? ¿Por qué vuelves en ti antes de que desactive la
orden?
—¡Pero qué me
estás contando! ¡VETE-DE-MI-CASA!
Damon tampoco
comprendía qué estaba sucediendo. No olía a verbena realmente, con doscientos
años a la práctica, había aprendido a distinguirla a la perfección y no, la
chica no la llevaba encima, algo extraño estaba ocurriendo. ¿Por qué no
conseguía que retuviera las nuevas órdenes que le daba, y sin embargo no le
reconoció tras el asesinato de la cafetería, tal como ordenó?... Era un
misterio que un vampiro con todo el tiempo del mundo por delante, y un largo
periodo de aburrimiento por detrás, estaba más que dispuesto a descubrir.
—Creo que me
quedaré una temporada, si no es molestia.
Saltó hacia
ella que intentó retroceder espantada, pero no llegó a dar dos pasos hacia
atrás. En seguida Damon le sujetó por la cintura y el cuello sentándola sobre
la mesa de la cocina. Se colocó entre sus piernas volviendo a fijar en ella sus
ojos peligrosos como espadas.
—Estate
quieta.
Y ella
obedeció, girando el cuello tal como Damon exigía, acercando a él su cadera,
doblándose hacia atrás en tanto hincaba los dientes en su carne. Ella gimió,
Damon se excitó todavía más.
—Pero no…
asesino —consiguió articular antes de que la hiciera enmudecer aprisionando su
cuello—. ¡Asesino! —logró gritar intentando zafarse. Estaba débil por la
repentina falta de sangre, pero así y todo Alyssa habría podido empujarle a un
hombre fuerte y quitárselo de en medio; lástima que no fuera un hombre lo que
tenía delante.
—¿Por qué no
funciona contigo? —se exasperó Damon—. Qué desastre más divertido, rantoncito.
—No me llames
así, hijo de puta —dijo ella jadeando de cansancio por la refriega, le miraba
desafiante al otro lado de la isleta central en la cocina—. Vete de mi casa.
—Temo que no.
Me has invitado a entrar y ahora también es mi casa.
—Imposible… —estaba
a punto de un ataque de histeria.
—Relájate,
esto no tiene por qué ser una pesadilla para ninguno de los dos —volvió a
sentarla en la isleta. Una vez más se
colocó entre sus piernas. Alyssa le miraba a los ojos sintiéndole entrar en lo
más profundo de su ser—. Ahora mírame…
—¡No, espera! —repuso
ella cerrándolos. Damon sujetaba sus muñecas muy pegado a ella, ansioso—. Tengo
que saber algo.
—¿Qué?
—¿Por qué no
me mataste la primera vez?
Él meditó antes
de responder.
—Tu sangre es
demasiado dulce. Llevaba un siglo sin beber algo parecido —añadió para girarle
el cuello, hincándole los colmillos con rudeza.
Alyssa gimió
de dolor, cosa que solo incrementó la excitación de Damon; le agarró los pechos
con rudeza deseando que estuvieran tan llenos de sangre como aquella vena
suculenta que le estaba llevando al éxtasis. La chica se arqueó sobre la
isleta, su cuerpo quedó crispado como si se tratara de un puente donde un
extremo era la cadera y el otro el cuello. Damon se subió sobre ella hincando
su miembro endurecido y vestido en el vientre de la chica. El repentino peso
sobre el torso le hizo pegar la espalda contra el mármol quedando inmóvil.
Intentaba
decir algo, Damon podía sentirlo. Arrugó el labio superior extrayendo los
colmillos de la carne. Si seguía la mataría y aquella fuente de dulce licor se
extinguiría por completo.
—¿Qué, pequeña?
¿Qué estás diciendo, no te entiendo? —Alyssa miró su propia sangre ensuciando
la cara de aquel monstruo.
—V… vampiro —susurró
con voz casi inaudible.
—Sabía que
eras un ratoncito listo.
Maripa
Oyoyoy cómo se etá poniendo la cosa!! Muojojojojo
Nos leemos en breve.
Muas! Digo bee!