Fanfic Dentro del Laberinto. Capítulo 8.


8. BAZOFIA

El frío amenazaba con volverle los tobillos de un tono azul poco saludable, entre tanto recordaba sus cómodas botas todoterreno, que estarían entonces sirviéndole de casco a algún goblin.

Había llegado más lejos de lo que jamás estuvo dentro de las paredes del castillo. La blanca y tibia alfombra se acabó en cuanto abandonó la zona próxima a su dormitorio, gracias a lo que dedujo que la cortesía de Jareth era sólo una metáfora.

Se sintió orgullosa de sí al constatar que se estaba haciendo más lista, ya que se percató de que los rectos pasillos que seguían y seguían sólo eran una ilusión, como lo fue al principio el laberinto. Pronto encontró los corredores ocultos. Imaginó a Jareth creándolos junto a tantas otras trampas que sólo él conocía, tanto dentro como fuera de la fortaleza.

Ya había descendido una altura cuando, alertada por unas vocecillas chillonas, se ocultó en la entrada a un corredor invisible.

–Pues a mí me parece recio –dijo la vocecilla ligeramente apenada.
–No le hagas caso, Nouba es muy presumida, tendrás que ponerle unos adornos al caballo para que se suba.
–¿Tu crees? –preguntó el otro apesadumbrado.
–Sí. Vamos a buscar un cordón y le hacemos un lazo.

Pasaban a su lado cuando el supuesto caballo empezó a olfatear recorriendo la pared del corredor como un loco. El jinete cayó al suelo con una exclamación. Sarah en principio quiso fundirse con las sombras, al observar un hocico peludo internándose en la abertura donde se escondía, pero acto seguido reconoció ese hocico y ese pelo tapándole los ojos al animal. Casi gritó de alegría al ver a Ambrosius. Ambrosius, por su parte, al reconocer el olor de Sarah, decidió ser sigiloso. La observó entre su flequillo lanudo y, volviendo a ponerse en la piel de un caballo, se alejó de la hendidura para regresar con los goblins.

–Creo que no quiere que le pongas un cordón –le dijo el uno al otro acercándole una mano auxiliadora.
–No se lo pondré entonces –respondió este rascándose el dolorido trasero–, le haremos algo en la crin, ¿le quedarían bien unas mechas?


Las voces se perdieron al poco, fue entones cuando Sarah salió de su escondite, pletórica. Si Ambrosius estaba allí, eso quería decir que Didymus también, y Ludo y Hoggle. Todos aguardando a ser liberados.

Siguió la dirección por donde habían desaparecido a cierta distancia. Por un momento temió haberlos perdido cuando, a lo lejos, los escuchó de nuevo. Trató de adelantar unos metros para continuar con su persecución y al poco encontró el primer giro del pasillo. Al darlo se encontró en una gran sala repleta de goblins en riguroso silencio. Pudo ver a Ambrosius abandonándola en el extremo opuesto antes de que Jareth, presidiendo la reunión en su trono, se percatara de su intromisión.

–Estás muy lejos de tu dormitorio, querida.
–Sí –respondió sintiendo que se le clavaban más de un centenar de ojos por todas partes– me he perdido.
–Te pierdes en el laberinto, te pierdes en el castillo… ¿qué voy a hacer contigo? –los goblins rieron el comentario del rey– ¡Silencio! –exclamó Jareth haciéndoles temblar a ellos y también a Sarah–. ¿Qué tal te ha ido la expedición? ¿Has reconocido a alguien?
–No –dijo Sarah apretándose las manos con fuerza.
–Ya veo… –al momento Jareth supo que mentía.

No era posible que hubiera llegado al calabozo, y tampoco que uno de los prisioneros hubiera escapado, de modo que había algún infiltrado del bando enemigo en su castillo. Sintió la furia creciendo en su interior, mientras trataba de mantenerse frío de cara a Sarah. No sería él quien se tomara la licencia de poner punto y final al juego. Ella acabaría confesando.

–Está bien, querida, ¿quieres quedarte a la reunión o prefieres continuar explorando?
–Prefiero seguir, si no te importa.
–Por supuesto que no.
–Gracias Jareth –se disponía a volver por donde había venido cuando la voz del rey hizo que se detuviera.
–Espera, mi escolta personal irá contigo, querida.
–No es necesario –respondió encaminándose a la puerta.

Los goblins más cercanos corrieron hacia ella y con las lanzas cruzadas le cortaron el paso. Sarah levantó las manos asustada.

–¡Sarah! –rugió Jareth cruzando la sala en un par de zancadas, por suerte para ella, cuando la alcanzó ya se le habían pasado las ganas de mandarla azotar– ¡Aprende a obedecerme, sé sumisa o acabarás encerrada en tu dormitorio para siempre!
–¿Y dejarás de darme comida y agua, Jareth? ¡Vaya novedad! –exclamó desafiante.
Sus ojos verdes centellearon aguardando la réplica.
Le agarró del brazo con fuerza, ella trató de zafarse pero el rey la retuvo con los dientes apretados.
–¿Quieres que se acabe ya el juego? –susurró en su oído emanando rabia.
–¿Qué juego? No sé de qué me estás…
–Tú que siempre lo sabes todo, no sabes de qué te hablo –dijo apretándole el brazo hasta escuchar un gemido de dolor–. Llevadla de vuelta a su dormitorio; las excursiones han terminado por hoy.

Sarah se agarraba el enrojecido brazo mientras lágrimas furiosas se le congregaron en los ojos sin llegar a fluir. No le daría ese placer. No volvería a verla llorar, pensó mientras precediendo las lanzas, los goblins la conducían de vuelta al dormitorio.

–No se le replica al rey.
–No debería haberlo hecho, señorita.
–No se le desafía…
–Ni se le hace enfadar.
–Porque no perdona la insurrección.
–Ni cambia nunca de opinión.
–Nadie sobrevive a sus castigos.
–Y usted, señorita, no va a ser la excepción.


Lo habían dejado atado a un poste cercano a las cocinas. Allí Ambrosius repasó mentalmente el plan: tenía que sacar a Dydimus del calabozo y reunirlo con Milady, hasta ahí estaba claro, la gran incógnita a desvelar era cómo hacerlo sin ser descubierto, y lo más importante… ¿dónde estaba la comida?

Su olfato no reconocía como tal, nada de lo que se cocinaba allí dentro. El olor ácido de lo que fuera que bullía en las cazuelas, se pegaba a la escasa ropa de los goblins, rodeándolos de una atmósfera infernal que Ambrosius prefería evitar todo el tiempo posible. Por eso mordía, insistente, la cuerda que le retenía.

Un relámpago blanco cruzó a su lado entre gruñidos, haciendo que dejara de dar dentadas por pura precaución.

–¡Vosotros dos!
–Sí, amo –respondieron sumisos los pequeños goblins temiendo la furia del rey, o que acaso, el caballo no fuera de su agrado.
–¡Llevadle un plato de esta… esta bazofia a la prisionera!
–Sí señor –dijeron ellos chocando nerviosos entre sí, deseando cargar el plato y desaparecer de su vista.
–Y si no se lo ha comido dentro de una hora… –Jareth se quedó en silencio, lívido– ¡Juro que esta noche dormirá en el suelo de las mazmorras!


–¡Qué susto! –dijo uno apoyándose en el hombro del otro– pensé que nos mataría por culpa del caballo.
–No le eches la culpa a él, además, dudo que lo haya visto.
No obstante Ambrosius sí había visto y escuchado a Jareth. De hecho iba a ofrecerse voluntario para cargar a los goblins hasta la habitación de Milady.

Maripa

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De culo vamos Marime y yo, nuestras disculpas profundas, reinas.
Tengo que anunciaros una cosa, una cosa triste (ooooohhhhhhh). El Fanfic se acaba en el capítulo 10 (snif snif). ¡Pero que no decaiga! Que lo mismo hay una segunda entrega... Muahahahhahahah. En fin, entre que tal, espero que disfrutéis con la historia, maris.
Lametones a todas, pero sin pelos eh! Que os tengo conocías ya! Jejejej

Besis!

2 Carminazos:

Alicia dijo...

Vaya... :'-(

Se os echaba de menos, ovejillas :-*

Marime dijo...

Y nosotras os echábamos de menos! Son los exámenes y el curro que nos vuelven tarumbas xD
No lloreis! De las cenizas del Laberinto saldrán nuevas aventuras de Sarah y Jareth en un futuro.