Fanfic X-Men: MERCENARIOS. Capítulo 8

Bueno! Parece que se nos comen los exámenes y la faena. Pero aquí estamos de vuelta, avanzando por los corrales y fusilando todo pasto que caiga en nuestro camino.
¡Esperamos que os guste el capítulo 8 de Mercenarios, os lo hemos fabricado con mucho ammor!




8.    La prisión de piel

Un espectro moderado de luz paseó de puntillas por la habitación, anunciando el alba. El beso de la mañana cubría los párpados de Ada, animándolos a despertarse bajo el mimoso y tenue resplandor. Abrió los ojos despacio, aleteando varias veces para sacudirse el sopor. Entre una maraña de pensamientos inconexos y triviales que respondían al peso del sueño, reconoció vagamente la habitación de Víctor. Las dos ventanas flanqueando el escritorio oscuro, la textura de la madera en la pared y el suelo, arrancando un contraste al muro de piedra tras el cabecero de la cama.

Llegó a la espesa conclusión de que la decoración era agradable y funcional, combinando el gobierno rústico del continente con la modernidad sobria del contenido. Qué bastardas eran las mañanas, pensó. Debería estar prohibido pensar temprano.

La realidad regresaba a su cabeza en piezas. Reconoció el calor que la envolvía, yaciendo tras ella. Aunque la habitación mantenía una temperatura constante, los dedos del amanecer eran frescos, y le resultaba agradable el sólido abrazo. Inesperadamente placentero, teniendo en cuenta  que quien descansaba a su espalda era un depredador. Uno al que había cabreado mucho. 

Y le resultaba curioso, pero había más libertad en aquella prisión de piel cálida que en la jaula de oro donde Gordon la había confinado. Encontraba más perspectiva en su secuestro que en los trayectos meticulosamente vigilados, las noches inciertas en las que su hermano acudía a su cama a cubrirla de asco, los susurros en la espiral de su oído siempre amenazantes cuando la tomaba.

Sí, de algún modo ahora era libre. A la manera de Víctor.


Se maldijo por la escasa coherencia de sus pensamientos. Su mandíbula se tensó, como si pretendiera castigar entre los dientes la sórdida idea de que el asilo entre los brazos del feral no le disgustaba.
Serpenteó para escapar del nudo que le turbaba el juicio, pero sólo consiguió que Víctor la envolviera sólidamente entre sueños, estrechándola más. Gruñó suavemente algo ininteligible, cubriendo de tibio aliento la nuca de la muchacha, y su piel respondió erizándose. Parecía haberse quedado completamente dormido de nuevo, sin preocupación alguna. Se preguntó con qué soñaban los gatitos. Seguramente con cazar… 


La inmovilidad hizo que el entorno se volviera más denso, más vulnerable a estudio, creando un extraño efecto de introspección en el cual había lugar para todo recuerdo o sensación. Rememoró la noche anterior. La furia, la paciencia calculada hasta asestar su venganza, la fragilidad, la inquietud, la satisfacción de haberlo reducido… Pero se estremeció bajo el peso de lo que rechazaba recrear de nuevo. La excitación, las distancias ausentes de sigilo, el calor animal sobre ella provocando vorágines vientre abajo, la necesidad de abandonarse... Y sus garras circulando su cuerpo. Intentaba oponer resistencia ante todo ello como si no fuera prenda de su talla. Pero era real. Lo había sentido. Lo único que la había rescatado de una total rendición era la desoladora idea de que eso supondría una victoria para el feral. Y ella no habría hecho nada para evitarlo. Lo que más le confundía era que no quería resistir el asedio. Sólo responder a él. 


Percibió otro detalle perturbador. El aroma de Víctor. Sobre ella ayer. Tras ella ahora, meciéndola entre la percusión acelerada en su pecho y la humedad que de nuevo nacía al arrullo de su sexo. Nada artificioso que oscilaba entre el cuero, el almizcle blanco y la canela. Un leve atisbo de transpiración se sugería entre la composición de esencias que derivaba su piel, pero no era desagradable. Era especiado y tentador, masculino y contundente. Una fragancia indomable, como si pudiera contemplarse un bosque y adivinar cada una de sus fieras con los ojos cerrados. Se le ocurrió la peregrina idea de que acostarse con él debería de ser algo así como follarse la naturaleza. Genial. De puta madre, Ada, se recriminó. Ni siquiera puedes escaparte al baño. Estrechó las piernas, castigando la necesidad que ardía entre sus muslos. Joder, piensa en Winnie the Pooh, en la puta que parió a Hello Kitty y a toda su estirpe. Si este se despierta se va a dar cuenta y la habrás cagado infinito.




Una familiar presión se acentuaba sobre su trasero, incrementándose a medida que los minutos se superaban unos a otros. Vigorosa y firme. Trató de aligerar su respiración para no delatar emoción alguna, y con sigilosa cautela, poner alguna distancia entre el cuerpo candente de Víctor y ella. De nuevo una tracción infranqueable la atrajo de vuelta, descontando los escasos centímetros que había logrado arrancar. 

-          ¿Ya te has despertado, nena? – ronroneó el feral, desplegando una sonrisa caníbal.

Mierda.

-          Pues un poco sí, la verdad. – Masculló la joven, despejando lentamente un suspiro apurado entre los labios  – Aquí estamos. Haciendo tiempo.

Llevaba paladeando la esencia de Ada desde hacía unos minutos, sorteando los efectos cambiantes, los matices al ritmo de un ciclo desbocado de ideas privadas. Era una réplica del que percibió anoche, pero con esa transparencia matinal que impide velar su origen. Desnuda y expuesta la fragancia, no había rastro de rechazo. Tan sólo una visceral resistencia muda, deliciosa para cercenarla con una venganza. Pero la percibía manchada de un furor más frágil, como si Ada también supiera que destilaba franqueza. Sus curvas a merced de su abrazo, su esencia, el cabello oscuro ensortijándose en la almohada contra sus mejillas y la avidez de saldar cuentas pendientes, habían provocado que el feral acechara impacientemente. La excitación se había incrementado, y comenzaba a derivar una de sus zarpas bajo el suéter roto que vestía la joven, mientras se abandonaba a su aroma.  Avanzó entre su cabello hasta alcanzar la orilla de su cuello con los labios entreabiertos, cubriéndolo de vaharadas cálidas y ronroneos graves. Un escalofrío cayó columna abajo erizándole el vello.

Sonrió golosamente al encontrar en su viaje los sonrosados pezones de Ada, erguidos bajo su tacto. Jugueteó con sus garras sobre ellos, alternando caricias con suaves punzadas. La muchacha desalojó un jadeo ahogado  y volvió a tensar la mandíbula mientras ofrecía una resistencia insulsa. 

-          Creo que me debes algo – a pesar de desplegarse en un susurro, la voz del feral continuaba siendo ronca y gutural.   

-          ¿Ya jodiendo de buena mañana? – masculló la joven.

-          Todavía no. – Descargó una risa sísmica. – Pero dame tiempo. Deberías alegrarte de que me levante de buen humor.

-          Sublime tu habilidad para dar la vuelta a todo lo que digo.

-          Eso es cosa de mujeres.

-          Sabrás tú mucho de mujeres… – Reprochó ella. – O-ho. Saluda entonces a tu lado femenino.


Víctor se estrechó más contra ella, acusando una indiscutible erección, y pellizcó suavemente uno de sus pezones.

-          ¿Quieres que te enseñe el lado masculino?

Se estremeció, atrapada en estímulos. Sus mejillas se colmaron de matices cárdenos mientras construía maldiciones y respuestas inconclusas, que jamás viajaron más allá de algún palco en su mente. El deseo tejía sábanas que no era capaz de plegar porque estaba envuelta en esos lienzos. 

Mierda, mierda, mierda.

El mutante tampoco esperó respuesta. No la necesitaba. A medida que avanzaba la conquista de la tierra prometida, la esencia que destilaba Ada se traducía aún más dulce, y trepaba tibia desde el tierno asilo entre sus piernas. Una fragante súplica que nunca había sido suya hasta ahora, que latía con avidez. Sumergió su boca de nuevo en el cuello de la joven, que se revolvió en su prisión cuando sintió los colmillos herir la piel. Ella sacudió un gemido y hendió las uñas en la mano exploradora que atrapaba sus pechos bajo la prenda. Víctor gruñó satisfecho, y lamió la herida mientras describía con los labios rutas candentes oscilando hasta los hombros desnudos. Descargó otro mordisco, más suave, y terminó de seccionar el suéter que había comenzado a rasgar la noche anterior. Separó los jirones de tela y dejó expuestos los senos, circulando las garras sobre la superficie rosada, que cabalgaba arrancando respiraciones atropelladas y peregrinos jadeos.


-          Si me dejas en paz… - murmuró Ada, mordiéndose el labio inferior - … prometo no hacerte daño.


El feral estalló en una carcajada sombría que eclipsó cualquier opción de echar marcha atrás.

-          No será hoy ese día – susurró contra su oído, dibujando su sonrisa hambrienta sobre el lóbulo. 


Una rúbrica de blasfemias ahogadas se marchitó cuando Víctor deslizó lentamente una de sus garras vientre abajo, cruzando el abismo de su ombligo. Cercenó el cordón que sostenía la cintura del pantalón y se abrió paso bajo la tela, como una enredadera buscando una grieta que invadir. Se detuvo una vez alcanzado su sexo, caracoleando los extremos afilados de sus dedos sobre el vello que lo cubría. Ebrio en la nebulosa de aromas que la joven producía a cada movimiento, aspiró profundamente. Percibía ahora fervorosas danzas de viento, vainilla y fresa, como brujas invocando lujuria en torno a una hoguera de piel. Cauteloso de no dañar la carne tierna, paseó la yema de sus dedos por la cálida humedad que se alojaba entre los labios privados. Ada arqueó la espalda, y con una de sus manos trató de contener la caricia, arañando con paso trémulo los nudillos de Víctor. Una contradicción, una testaruda batalla: no continúes, pero no te detengas.



-          ¿No quieres? – ronroneó, desplegando una sonrisa triunfal.

-          No… - balbuceó Ada, salpicando de duda su única sílaba.

-          La mentira más breve que me han dicho nunca.

El feral cerró la garra en torno al mullido paraíso.  La joven se encogió al sentir la punzada afilada coronando la zona vulnerable que Creed había colonizado.

-          Esto es mío. Tú eres mía. – se detuvo un instante a paladear sus propias palabras, como si fueran un trono sobre el que poder sentarse a dominar el imperio de la carne. - ¿Estás segura de querer negarme algo que me pertenece?

El tono seductor oscilaba peligrosamente en una amenaza cavernosa.

Ada exhaló un jadeo leve. Despejó el prejuicio que le privaba el placer. La única víbora en la habitación era ella misma, su peor enemiga. No deseaba otra cosa que entregarse.  Tampoco sabría explicar por qué.

Volteó pocos grados la cabeza, situando su mejilla junto al aliento tibio del feral, sintiendo el vello de su mandíbula sobre la piel. Suavizó la presa contra la garra que Víctor todavía mantenía sobre su sexo. No necesitó ni una sola palabra para confesar su rendición.


Vaciló un instante al comprender que realmente no había rechazo. Ese aroma, ese veneno ingrávido se enroscaba en torno a él. El deseo era una especia más poderosa que el miedo y, cada vez que aspiraba, podía poseer una y otra vez esa fragancia nueva y golosa. Ebrio de frenesí, reanudó el contacto íntimo entre los muslos de Ada, que se descosía en gemidos. La joven reposó su mano sobre el cuello del feral, atrayéndolo hacia si y hendiendo de nuevo las menudas uñas en su nuca. Víctor devoraba cada centímetro de piel que alcanzaban sus labios. 

Tumbó completamente a la muchacha en la cama y se situó sobre ella a horcajadas, describiendo surcos rosados con las garras desde los hombros a los pechos desnudos. La expresión de Ada se había suavizado, y sus ojos asomaban como una brecha dorada bajo las pestañas oscuras, siguiendo los movimientos del feral.

La lengua de Víctor descendía desde el cuello hasta detenerse a saborear los pezones rosados. Mordisqueó uno de ellos, provocando que la joven se estremeciese, arqueando la espalda torpemente y emitiendo un jadeo agudo. El mutante sonrió con la reacción todavía entre los dientes. Desvistió el pantalón enorme que bailaba ahora en la cintura de la muchacha, retirándolo como una caricia en sus piernas, y lo lanzó lejos sin mucho cuidado. Recorrió el resto de su cuerpo expuesto en un mapa de bocados y arañazos, dibujando feroces líneas rojizas de la cadera a los muslos con sus garras abiertas. Calmaba cada una de las heridas con su lengua, succionando los rastros de sangre con avidez animal. Ada gemía atrapada en la vorágine de placentero dolor. La joven respondía como lo hace la hoja de una sierra, arando los inmensos hombros del mutante con las uñas desde la espalda a las clavículas, creando arcos salpicados de minúsculas perlas granadas. A los pocos segundos habían sanado.

Pero ella continuaba jaleando el itinerario del feral como si la mañana fuera decisiva entre sus piernas. Su humedad clamaba atención, y Víctor se preguntó cómo sería paladear la intimidad de una hembra, la misma sonrisa vertical que esperaba ser besada con los labios entreabiertos. Separó sus rodillas. Deslizó las zarpas entre los muslos, exponiendo su tibia privacidad a su avidez. Hundió la boca en su sexo, devorando el jugo que había desequilibrado su juicio previamente como fragancia. Se había dejado arrullar por el dulce aroma, ahora traducido al paladar como un cálido jarabe de mujer que envenena de lujuria al primer trago. Las caderas de Ada serpentearon bajo el hechizo, temblando en una jubilosa agonía. Sus pechos descendían y alzaban con velocidad atormentada, siguiendo la cadena de gozo que alteraba cada exhalación. Cada vez que la lengua de Víctor describía rutas candentes en su intimidad fluvial, bramaba gemidos exultantes y él gruñía de satisfacción. Era un bautismo pagano, un cáliz sagrado del que beber el rio de la vida. La cuna de las vanidades, de los instintos. Era natural, universal… y suyo. 

Debía marcar aquel templo de piel. Arañó la carne que preludiaba el pubis cubierto con sus labios, señalando la senda que sólo podía tomar él, como una advertencia atávica. Ada se retorció en un éxtasis etéreo. Los largos surcos dejados por sus garras en la cara interna de los muslos habían comenzado a sangrar, y el aroma de la sangre trenzado al de la ponzoña femenina hacía que Víctor bordease la locura. La estaba arrastrando a la orilla del orgasmo, podía percibir la proximidad de la cumbre…Deseaba gozarla en ese mismo instante, rugir sobre ella y hacerle gritar su nombre, penetrarla hasta… 

Una punzada de dolor le atravesó el pecho. Detuvo la jugosa libación, separándose bruscamente de la joven, todavía con el mentón húmedo, jadeante.

… destrozarla. 

Podía hacerlo. Y no le importaría dejar un despojo sollozando en la cama, cubierta de manchas cárdenas producto de su brutalidad. Nunca le había importado. No le importaba, no le importaba una jodida mierda. No alcanzaba a comprender por qué la idea le había perturbado. Ni siquiera por qué ella lo aceptaba. Nadie quiere recibir un abrazo que termina en garras y colmillos. Y nadie había permanecido a su lado después de ello…

Contempló su obra, extendida sobre las sábanas revueltas, salpicadas de sangre. Suplicante, plácida. Una vertiginosa silueta de fragantes curvas expuestas, blancas y sonrosadas, coronadas de arañazos y mordiscos. Era suya. Llevaba sus marcas. Le pertenecía. Trató de explorar su aroma, buscando el miedo que correspondía al arrebato. No había rastro de él, sólo un atisbo de tensa frustración y esa vainilla sonrosada y pecaminosa. No estaba asustada. Pero desde que la atraparon, nunca había temido por sí misma.

Eso le gustaba…

-          Busca algo que ponerte y lárgate a la ducha – gruñó, derivando la mirada hacia cualquier otra latitud.

-          Maldita sea…. ¿No vas a terminar? – siseó Ada, atónita, incorporándose y cubriendo su desnudez como si hubiera infringido alguna ley no escrita.

Estaba confusa. Él estaba confuso. Todo era jodidamente confuso. Víctor sonrió torpemente, con una mueca peligrosa desprovista de alegría, envuelta en inescrutables brumas.

-          Eres una jodida niña malcriada. Así aprenderás a no tocarme los cojones como anoche. Una pequeña venganza.

-          Eres un cabrón – masculló ella, aprisionando cada sílaba entre las mandíbulas, como mascando carne humana.

Lo era. Claro que lo era. Y esto era una puta excusa. Necesitaba despejarse y… trabajar.

-          Tengo que marcharme. Volveré mañana. –Gruñó – Ni se te ocurra terminar por ahí abajo, me daría cuenta. Eso es cosa mía.

Vistió un par de prendas oscuras, se calzó y cogió su abrigo, caminando hacia la puerta. Mantenía el ceño fruncido y la expresión sombría, como si le devorara una maraña de juicios turbios que no podía gestionar. Se detuvo poco antes de salir de la habitación, meditabundo. El aire todavía estaba candente y deliciosamente espeso, un tormento de tentadoras esencias sexuales aún tibias, ensortijándose entre si.


-          Quiero que duermas ahí. Si cuando regrese percibo que tu olor se ha marchado de mi cama, juro que te mataré.


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Wiii! Cuidado porque el próximo capítulo está en fabricación y lleva glicerina... vamos a intentar que sea la bomba! Esto es sólo preludio jijiji.

Créditos: Imágenes de http://www.lowriderarte.com y X-Men: Origins (la película)

Anécdotas y curiosidades: Somos apasionadas de los fanfics, y en uno de los pocos que circulan por ahí en inglés (además de los mejores) de Víctor Creed, una de las frases que más nos cautivó fue una parecida a la que cierra el capítulo de hoy. Nos pareció un detalle hermoso y divertido conectar a través de alguna idea suelta todo el universo Creed que cada fan ha creado, aunque sea con semillitas mínimas como esta. Crea una sensación de coherencia entre fanfics, teniendo en cuenta que Víctor va a comportarse de manera parecida, tiene los mismos sentidos, etc. De este modo, todas hablamos del mismo aproximadamente, una mezcla entre el Creed de la película y una pequeña dosis  muy libre del que figura en los cómics.

Por cierto ¿Sabíais que de pequeño a Creed le llamaban con el sobrenombre de Perro (Dog)?

8 Carminazos:

Gemma dijo...

UUUFFFF... Muero de amor! No tardéis con el siguiente, POR PIEDAD!!

Marime dijo...

JAjajajaj xD Intentaremos tenerlo esta semana. Gracias por pasarte Gemma! :D

Alicia dijo...

"Piensa en Winnie the Pooh" xDDDDDD.

Marime dijo...

xD Jajajajajja sí, son formas de relajación trascendetal... xD

Gemma dijo...

Por favor, no habréis abandonado este maravilloso, interesante y cachondo fanfic... ¿? Queremos seguir soñando con Mr.Creed, en vuestras manos lo dejo...

Marime dijo...

En absoluto! Todo lo contrario,dentro de poco volveremos con fuerza con la siguiente entrega de "Mercenarios", nuevos relatos marivigílicos y algún concurso!Había que tomar carrerilla en Agosto. Gracias por vuestra paciencia

Anónimo dijo...

por que no continuais?
Me encantabaeste fanfic :_(

Marime dijo...

Hola!
Se me han juntado algunas cosillas de trabajo y no consigo juntar tiempo para escribir la continuación decente del fanfic, pero a partir de Septiembre intentaré volver con fuerzas a continuar el ovejeo de Ada y Víctor! Mientras podeis seguir disfrutando el material estupendo de Maripa.
Besis de oveja!