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29.
PRISIONEROS.
Las
horas pasaron despacio, como se traga un caldo que lleva demasiado
tiempo esperando ser devorado en su caldero. El palacio estaba
espeso, la nube de polvo se resistía a tomar asiento mientras lo
habitantes del castillo echaban rápidas ojeadas entre el caos, preguntándose
qué debían hacer a continuación.
Sarah
no lo sabía. Por más que la miraran en silencio, temerosos, no
podía dar respuesta. Tampoco se atrevía a ir a la habitación y
preguntarle a Jareth. Aquel era uno de esos momentos donde una
aspirante inteligente a reina, debía hacer algo sin perturbar al
rey.
–¿Por
qué todo esto sigue sucio? –Desde lo alto de la escalera, su voz
rebotó en lo que quedaba de paredes haciendo que los caminantes sin
rumbo alzaran la vista hacia él–. ¿No les has dicho que se pongan
a trabajar, Sarah?
–No,
todavía no he dado ninguna orden.
–¿Ni
siquiera las que expresamente pedí que dieras?
–No
–bajó la vista hasta sus zapatos.
–Está
bien, ya que te niegas seré yo quién lo haga: ¡que cada goblin
comience ahora mismo a reconstruir, limpiar y restaurar el castillo!
¡Quiero TODO esto arreglado para la hora de la cena! ¡Que una
patrulla se dirija a las afueras por si alguna de esas malnacidas
sigue por aquí! ¡Que la capturen! ¡Que me la traigan! ¡Que los
soldados y todos los que no estén heridos se preparen porque
saldremos hacia la guerra al amanecer! ¡Que muera quien no obedezca!
Las
últimas palabras que Jareth gritó se mezclaron con la nube de
polvo. Sarah no podía creer lo que acababa de escuchar.
–¡Pero
Jareth! –Subió las escaleras a toda prisa intentando alcanzarle–.
Es imposible.
–¿Qué
has dicho? Creo que no te he escuchado bien.
–Que
es imposible tener todo esto listo antes de la cena –le tomó del
brazo acercándose para susurrar en su oído–. No deberías
asustarlos así.
–¿Que
no debo asustarlos así? –Repitió mientras la ira se apoderaba de
su cuerpo–. ¡Maldita sea que puedo! –Se zafó del brazo de Sarah
con rudeza–. ¡Reparad mi castillo o morid, malditos!
Todos
los goblins comenzaron a trabajar frenéticamente. Sarah le vio
desaparecer por el pasillo con andares furiosos.
–No
sé qué le pasa –confesó a Ludo mientras juntos colocaban la mesa
del gran comedor–. En estos momentos y siendo el rey tendría que
hacer llegar la calma al pueblo.
Ludo
miró el salón con incomprensión antes que Sarah continuara
hablando.
–No
puedes, No Puede dejarse llevar por la ira. Tiene que ser frío,
ahora es cuando debe ser el rey que todos los goblins esperan. Sí,
sé que el castillo está dañado pero no es irreparable. ¿Qué
espera? –preguntó mientras daba un puntapié a una piedra
desprendida– ¿que los goblins den su vida por él en la guerra
sabiendo que si esto no está listo para la hora de cenar van a morir
igualmente? No. No puede hacer eso.
–Jaaareth
rey.
–Lo
sé Ludo, es el rey, pero ser rey no implica solamente dar miedo y
amenazar a tu pueblo, también implica ponerlo a salvo y mira, quiere
llevaros a la guerra.
–¿Luuudo
guerra? –El vello de Sarah se erizó.
–No
si puedo evitarlo
Subía
las escaleras dispuesta a explicarle al rey el las consecuencias que
podían acarrear aquellas decisiones. Atravesó el corredor marcando
cada paso con sus tacones premeditadamente. Iba a escucharle llegar:
que se preparara. Jareth tenía que entrar en razón a como diera
lugar, pero... Quizá en otro momento... La habitación estaba
desierta, se había marchado sin decir nada a nadie.
–Muy
bien Sofía, muy bien –la muchacha seguía bajo su cuerpo
contoneándose entre jadeos–. Así, así... lo estás haciendo muy
bien...
–¿Te
gusta? –Preguntó sofocada. El sudor propio se mezclaba con el
ajeno a cada movimiento, con cada beso lacerante.
–Oh,
me encanta, princesa. Déjate ir –la chica apretaba los labios con
los ojos cerrados mientras él empujaba suave y complacientemente–,
entrégate a mí, Sofía. Hazlo y yo seré tuyo...
Sofía se retorció gimiendo con el rey de los goblins entre sus
piernas. Se aferró a su espalda hincando los dedos mientras los
estertores se sobreponían a cualquier respuesta. Jareth la besó
cortando su respiración, forzándola a continuar con vida gracias al
aire que se filtraba de su boca. Tuvo que echar la cabeza a un
lado antes de sentir la asfixia.
–Así,
así, muy bien –dijo el rey una vez finalizaron los espasmos en su
vientre–. Relájate princesa.
–¿Y
tú?
–Me daré por satisfecho si juras que serás mía sin condiciones.
¿Lo serás?
–¡Oh
Jareth! ¡Sí! ¡Llevaba años esperándote! Era como Wendy anhelando
el regreso de Peter Pan.
–No
sé quiénes son.
–Es
igual. Soy tuya, enteramente tuya.
–Entonces
vendrás conmigo.
–¿Dónde?
–Al
laberinto, por supuesto.
–¡Maldito
sea! –Gritó Sarah en el jardín–. ¡Le odio!
–¿A
quién, Milady?
–¡A
Jareth!
–¿Por
qué?
–¡Ha
desaparecido, Sir Dydimus! ¡Justo ahora, cuando el reino más lo
necesita, le da por desvanecerse! No tenemos luz, no tenemos
antorchas, no tenemos agua. No hay nada y él se va; así de fácil...
¡Es un idiota, un maldito idiota irresponsable!
–Sabes
que si esas palabras hubieran salido de la boca de cualquier otro, ya
lo habría matado ¿verdad? –Jareth bajó del caballo en el puente
de acceso al castillo.
–Jareth...
–Me
fascina escucharte confesando a voz en grito lo que piensas de mí. Es
altamente inapropiado que sea la reina quien hable de ese modo. Lo sabes ¿verdad? –Dijo clavándole su mirada helada hasta el
alma.
Sarah
se sintió encoger ante él.
–Tendrías
que haber estado aquí, con los tuyos, reconstruyendo el castillo.
–He
estado haciendo algo más útil por los míos... –dijo Jareth
señalando el puente por el que se aproximaba una tropa de goblins
con dos prisioneros–. Los gritos serán insoportables, te aconsejo
que no bajes al sótano, mi reina –se burló Jareth señalando a
las hormigas con el mentón.
En
esta ocasión y por más que Sarah quiso desobedecerle, esperó en el
dormitorio. Se cubrió con las sábanas, utilizó el almohadón para
taparse la cabeza, incluso cantó a voces el último tema que recordó
sonando en la radio, pero ni así se mitigaban los gritos de las hormigas y los de Jareth. Él mismo estaba torturándolos en los
calabozos. Debía estar haciéndoles cosas terribles.
Hora
tras hora el suplicio iba en aumento. Los prisioneros lloraban,
maldecían, rogaban, juraban estar diciendo la verdad, pero la
tortura seguía, se intensificaba por momentos hasta un punto en que
Sarah no pudo evitar romper a llorar cuando todo quedó en silencio.
Se encogió abrazándose el vientre con la certeza de que las había
matado para satisfacer su venganza, pese a que nadie había muerto en
el castillo.
No
le reconocía. No era el mismo de antes, ni siquiera el mismo del
principio. Jareth se había convertido en un monstruo que la
aterrorizaba. Un monstruo que abría la puerta para desnudarse
sentado al otro lado de la cama.
–¿Duermes?
–No.
–Deberías
hacerlo; yo estoy agotado…
La
respiración cambió pocos segundo después, cuando el rey comenzó a
soñar con la guerra y ella con poner a salvo a todos sus amigos.
Maripa
Winter is coming pa tós!!! xDDDDDDDDD
6 Carminazos:
Me ha encantado el capitulo!!!
Aunque no paro de pensar una y otra vez que es lo que le pasa a Jareth, ¿Acaso le ha sustituido una hormiga y por eso es así con la pobre Sarah?
Dios, no puedo esperar al siguiente, seguid así :D
besos
Gracias por el coment Irati!
Jodías hormigas... ¿se habrán colado en el real aposento? Madre mía... Pa reyes le voy a regalar a Sarah un botecico de... ¿kilpuf se llamaba? xDDDDDDDDD
Me alegra un montón que te guste ^^
Lametón lanudo <3!
¡Estoy intrigadísima! Aguardo impaciente un nuevo capítulo... ¡¿Pero qué leches le pasa a Jareth?!
Hola Gemma!
Un bajón de azúcar, va a ser... xDDDDD
Me alegra que te mole ^^
Ya logré leerlo!! *-* (REALIZACIÓN) muchas gracias por aclararme la dudaa.. Dioos ese Jareth sucio, ya me tiene molesta con esa sofia sucia también, ¿Como es posible luego que dijo que amaba a Sarah?.. No, es que hay que ver de verdad.. Y ahora es bipolar!! Espero que arregle sus problemas emocionales y decida por fin tomar cartas en el asunto. Y Sarah, bueno.. me siento mal por ella, ni se imagina lo que el sucio hace mientras no esta...
A LEER EL 30 SE HA DICHO!!
Besos y abrazos! :)
De nada nena!!!
Ale a leer se ha dicho jajajajaj!
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