32. GIROS A LA DERECHA.
Podía, por supuesto que podía. Las
escuchó en la celda y también las noches siguientes cuando
despertaba entre pesadillas. Había sido tan imbécil como para
soltarle, por eso Jareth no la dejaba bajar allí, para que no
hiciera idioteces, pero tuvo que bajar, por supuesto... Pensaba
cuando se sentía tan débil que un poco de brisa intensa podía
hacerla rodar por el suelo. Pero, pero... No siempre era así.
Constantemente repetía la conversación con Morgan en el calabozo,
justo antes de su ataque: Sofía y las constantes idas y venidas de
Jareth al castillo. El exprisionero lo había logrado, Sarah
desconfiaba de Jareth tanto como podía hacerlo de su laberinto.
Si no se hubiera mostrado tan extraño
con ella, si no le hubiera dado por tratarla de aquellos modos no
habría bajado a la celda a hablar con Morgan, mucho menos le habría
liberado, pero todo resultaba tan fuera de lo común...
A la misma hora que Sarah despertaba
de su pesadilla, Jareth se ajustaba la armadura al pecho con ayuda
del goblin más alto de su reino. Partirían hacia la batalla poco
después.
El territorio era hostil, un lugar que
nunca le agradó donde la supervivencia era prácticamente una
utopía. Por eso las envió allí, para que murieran entre agónicos
sufrimientos. El primer envite contra las hormigas se produjo antes
del amanecer. Jareth cargó con todas sus fuerzas contra el
hormiguero secundario, e inmediatamente seguido al principal. Si
lograban asaltarlo podrían hacerse desde allí mismo con el otro,
mucho más protegido y mucho más grande, dado que en él vivía la
maldita reina, un monstruo que debía pesar dos o tres toneladas...
repulsiva.
Al medio día se hizo con el
secundario. Pateó cabezas con antenas (también sin ellas,
afortunadamente eran las de menos) hasta acceder al lugar donde los
hormigueros se comunicaban. Llegados a ese punto todo el ejercito
goblin tuvo que retroceder. Podía haber previsto que la brecha
estaría custodiada por hormigas casi más grandes que él y armadas
hasta los dientes, pero enfurecido como estaba no fue previsor. La
liza costó más de cien bajas en el ejército goblin y casi las
mismas en el hormiguero. Claro que aquellos animales se recuperarían
antes, tenían aquella reina fétida pariendo larvas constantemente.
Debía pensar un nuevo plan de ataque lo antes posible para llegar
hasta ella.
Los pocos que se mantuvieron en pie le
siguieron en la retirada al campamento. Allí debían recuperarse lo
antes posible porque aguardaba una dura noche de vigilancia y alerta
constante, mientras él definía la victoria, meditándola con
precisión ésta vez. No podía permitirse perder tantos goblins como
había perdido en la brecha.
-¿Cómo estás, qué tal ha ido?
-Sofía seguía lívida, desde que Jareth se marchó no había podido
siquiera sentarse como una persona normal, sino que estuvo caminando
errática hasta verle aparecer en la montura.
Desde que llegara un par de jornadas
atrás no había logrado comer. Estaba tan absolutamente aterrorizada
por lo que había encontrado de regreso al Laberinto que no podía
creer cuanto veía. Nada de aquello era como recordaba, lo que soñó
recuperar durante años. En vez de a quiebros y pasadizos, Jareth la
había llevado a una guerra. Le había dicho que el laberinto ya no
existía, que las hormigas lo habían destruido y por eso tenía que
enfrentarse a ellas en pleno campo de batalla. Destruido, pensaba
Sofía con el corazón en un puño; destruido sin más.
Comprendía que Jareth estuviera
rabioso, dolido y deseando la venganza, comprendía a fin de cuentas
que la tratara de modo tan extraño.
-¿Ha ido bien?
-¡No! -Dijo él exasperado. Casi se
había puesto a trabajar con los mapas y la sentía con la vista fija
en su espalda, esperando respuestas que no quería ni le apetecía
dar-. ¿De verdad tenías que preguntarlo? ¿No era evidente? Me fui
con cinco mil goblins, he vuelto con menos de dos mil.
-Lo lamento mucho...
-Ahora déjame trabajar.
Sofía, descartando la idea de dejarle
solo en aquel duro momento, se aproximó a la mesa llena de papeles
donde Jareth parecía estar haciendo esfuerzos sobrehumanos para
concentrarse.
-¿Puedo ayudarte en algo? -Preguntó
cerca de su oído. Tenía el aliento tan caliente que a Jareth se le
erizó el vello.
-¿Puedes mantener la boca cerrada y
¡callarte de una maldita vez!? -Retrocedió dolida.
-Lo siento, sólo quería ver si...
-¿Quieres hacer algo por mí, de
verdad lo quieres?
-Claro.
-Sal ahí fuera. Ayuda a curar a los
pocos heridos que todavía respiren y déjame solo.
-De acuerdo -dijo Sofía dócilmente.
Su amor estaba trabajando, él estaba protegiéndolos a todos, no era
un buen momento para decirle que se sentía realmente mal estando
allí de brazos cruzados, y también se sentía mal por él, por cómo
la trataba... por todo. Deseó que las cosas cambiaran al día
siguiente, sin saber que se pondrían todavía más difíciles.
Al amanecer Jareth abandonó el
campamento, él solo. Tenía hombres para luchar, pero la fuerza real
de su ejército estaba magullada debido a su precipitación. La
jornada anterior pensó que se harían con la reina y no lo hicieron.
Las heridas de sus mejores hombres iba a ser una culpa arrastrada
durante mucho tiempo. Hasta que ellos se recuperaran sólo tenía a
unos cuantos trabajadores del castillo, que habían llevado como
armas a una liza como aquella, unas cuantas palas y herramientas de
cocina, pero ni siquiera la mayoría eligió una letal: un cuchillo,
un hacha o algo, no. Muchos de los goblins habían acudido al frente
armados con un palo aplanador de masa elaborado en madera, sin más.
Tenía que asegurar su posición antes de una nueva embestida.
Escondido tras unos matorrales secos,
en su forma de lechuza, esperó y esperó durante horas hasta que
sucediera algo que presentía, pero no sabía qué. Ante sus ojos,
pero todavía lejana, había una pantera blanca que atravesaba rauda
el terreno neutro entre los dos frentes.
No podía creerlo, pero los de Sybare
se habían metido en sus asuntos sin el menor decoro. Pensó que
quizá cuando su ejercito se hubiera recuperado, comenzaría un
ataque al reino vecino. Les enseñaría quién era él, rey de los
goblins.
Como no podía ser de otra manera,
Sofía le esperaba en pie junto a la puerta de la tienda. Se mostró
excitada al verle aparecer. Recompuso su ropa y trató de arreglarse
el cabello, aunque debía tener un aspecto deplorable porque con la
prisa olvidó meter un cepillo en la maleta.
-¿Todo bien?
-¡No, maldita sea, no va todo bien!
-¿Qué ha pasado?
-Sybare es lo que ha pasado. ¡Malditos
entrometidos! ¿Qué diablos hacía una pantera por aquí?
-¿Una pantera? Antes ha venido una al
campamento.
-¿Qué dices? -Preguntó Jareth. Por
primera vez en mucho tiempo, Sofía había captado por completo su
atención.
-Vino a traer esto -dijo tendiéndole
un pergamino enrollado-. Espero que sean buenas noticias...
Pero Jareth ya no la escuchaba.
Desdobló el papel para leerlo atentamente.
Ya que no te dignas a venir,
retendremos a tus mensajeros el tiempo necesario hasta que vengas a
reclamarlos.
-Llama a Ucuster, el goblin que se
encarga del correo. Quiero que venga a mi tienda ahora mismo.
-Claro -dijo Sofía servicial pero
preguntándose cómo podría encontrar a un goblin entre aquel
enjambre.
Mientras ella abandonaba la tienda,
Jareth tomó papel y pluma, pero no lo hizo para responder a los
Sybaros, de ellos se ocuparía en persona: nadie le robaba lo que era
suyo, y maldita sea que Dydimus y Ludo lo eran. Aunque se ocuparía
de ese asunto en la siguiente carta, por el momento debía escribir a
Sarah.
Amor mío.
Primero debo decirte
que todos estamos bien aquí. El conflicto ha resultado ser tanto
como parecía, pero temo que sea más tedioso de lo que esperaba, por
lo que seguramente mi regreso se retrase un poco más de la cuenta.
¿Cómo van las cosas por allí? ¿Te están obedeciendo? No temas
ser cruel con ellos, ya sabes cómo es mi carácter... están
acostumbrados.
Te extraño Sarah. No
hago más que pensar en ti a todas horas. ¿Me extrañas tú?
¿Encuentras nuestra cama gigantesca? La mía lo es. No hay nadie
aquí que me consuele, nadie que me sostenga, pero por fortuna todo
esto acabará pronto. Regresaré a tus brazos, a tu vientre y seremos
felices, estaremos en paz y podremos ser los reyes que el laberinto
merece.
Te amo mi vida.
Cuídate por mí, por
los dos.
Tuyo, Jareth.
-¿Y qué le pone la carta? -Preguntó
Pelusilla.
-Que está bien, pero parece que la
cosa se va a alargar un poco -respondió Sarah sonriendo triunfal. No
podía estar mintiéndole, no si le decía todo aquello.
-Qué curioso... Facice, la señora de
uno de los capitanes se ha echado a llorar después de leer la carta
de su marido, aunque bueno ¡igual era de alegría!
-Sí, seguramente... -comentó
pensativa.
De modo que los goblins casados
también estaban enviando cartas desde el frente...
-¿Dónde puedo encontrar a Facice,
Pelusilla?
-Huy, pues donde siempre, en el
jardín.
-¿Me llevarías hasta ella?
-¿Cuándo?
-Ahora mismo.
-Pero ahora debe estar ocupándose de
las flores. Los tresins de cada semana lo que hace es coger la
regadera y...
-Llévame, no me importa qué esté
haciendo.
-Por supuesto su Ilustrísima
Majestad.
Fueron en busca de la goblin que
estaba sola en el jardín, efectivamente regadera en mano. Con los
ojos llorosos intentaba cumplir la rutina del tresins, porque al día
siguiente, aqcthor debía mantener el jardín trasero.
-Facice, su Ilustrísima Majestad
quiere hablar contigo.
-Sí, su Ilustrísima Majestad.
-Facice, hola -saludó Sarah
intentando mostrar el mayor tacto posible-. Tengo que hacerte una
pregunta un tanto extraña... ¿Me dejarías leer la carta que te ha
enviado tu esposo?
-¿Ha hecho algo malo, su Ilustrísima
Majestad?
-No, no, no es eso... ¿Me dejarías
leerla?
-Por supuesto -dijo sacando un papel
arrugado del bolsillo de su delantal-. Aquí la tenéis, su
Ilustrísima...
-Llámame Sarah, por favor.
-Su Ilustrísima Sarah.
¡Maldito sea! ¡Debía partirle un
rayo por ser tan sumamente mentiroso y manipulador! ¿Por qué le
decía que las cosas iban estupendamente cuando los goblins no
dejaban de morir a manos de las hormigas? La carta del marido de
Facice lo decía bien claro: “nos han asediado, el rey pensó
que podíamos entrar por el segundo hormiguero, pero ellas son muchas
y fuertes. Mataron a trescientos de mis hombres en un abrir y cerrar
de orejas, cariño. Esto es horrible. Todos los heridos están
luchando por recuperarse porque el rey quiere continuar el ataque lo
antes posible, pero no se da cuenta de que estamos agotados. Si ésta
es la última carta que debe llegarte, mi amada Facice, quiero que
sepas que...”
Sarah se puso la capa y salió del
castillo. Atravesó la ciudad, atravesó el vertedero, atravesó el
bosque y el pantano del hedor y continuó recorriendo el laberinto a
la inversa de cómo lo hizo la primera vez, hasta llegar a las
puertas custodiadas por los dobles naipes.
En esta ocasión sabía exactamente lo
que quería y no dudó en echar a un lado al naipe azul para dejarse
caer y que las manos la agarraran.
-Otra vez tú por aquí.
-No la llames de tú, es la reina.
-¿Y qué elige la reina: arriba o
abajo?
-Elijo aquí. He venido a hablar con
vosotras.
-¿Por qué?
-Porque dijisteis que me echaríais
una mano.
Cualquier signo que delatara un rostro
desapareció, aunque Sarah las escuchó susurrar.
-¿Qué quieres?
-Quiero que me digáis dónde está
Jareth.
-En la guerra.
-Eso ya lo sabía. Pero ¿dónde? ¿al
norte? ¿al sur?
-Al este, en el reino del exilio.
-Junto al gran risco.
-Atravesando el río.
-Encontrarás un lodazal.
-Y tras él, verás los campos de los
exiliados.
-Gracias, parece que nadie quería
contármelo -comentó inquieta-. ¿Sabéis por qué?
-No, sólo somos manos.
-Gracias por ayudarme.
-¿Qué elige la reina: arriba o
abajo?
-Ésta vez elijo arriba.
-Bien hecho.
-Esperad, esperad -rogó deteniendo el
ascenso-. ¿Podré venir aquí a pediros que me echéis otra mano si
lo necesito?
-Como desees.
-De acuerdo, entonces no le digáis a
Jareth que he estado, por favor.
-Como desees -comentaron subiéndola
hasta que pudo agarrarse a la abertura del suelo y escalar el tramo
que le quedaba.
Ahora sólo debía regresar al
castillo sin olvidarse de que, para hacerlo, sólo debía girar a la
derecha.
Maripa
¡¡¡FELIZ 2013 GUAPURAS PELÚAS!!!
4 Carminazos:
¡¡¡Feliz 2013!!! ¡Que bien, que bien! Nuevo capítulo... Muy emocionante, tengo muchísimas ganas de seguir leyendo. Jareth es un intrigante nato, no me extraña que Sara se sienta como en una montaña rusa, es frustrante. Pero es que es el rey de los goblins... Hay que amarle y temerle, ¿no? Ése era el trato.
Feliz 2013 pa ti también presiosaaa!!!!!
Ahí las dao, ése era el trato. Que no quita que Jareth no tenga un par de collejas bien dadas, pero bueno... Es lo que hay. Quiérele cuando menos lo merezca porque será cuando... etc etc etc jajajj
Besete Gemma!!!!
Hola soy yo otra vez, primero que nada feliz año a todos! :) Recibiéndolo con estos tremendos capítulos que me mantienen intrigada de saber que pasara. No se porque desde el capitulo 29 ya no puedo leerlo desde el ipad, solo puedo leerlo en la compu. Pero todo sea por saber que fortunas y desventuras atravesaran los héroes y villanos. ¿Ira Sarah a la guerra?, ¿El sucio de Morgan estará maquinando un plan malévolo para Sarah?¿Jareth se decidira de una vez por todas entre Sofia y Sarah?... Tantas preguntas!! Espero con ansiedad el siguiente capitulooo!! NO PUEDO ESPERAR-Bueno si puedo esperar, pero esta tan buenoo que los minutos se hacen horas y las horas días y así jaja- Muchos saludos, abrazos y feliz prospero año nuevooo!
Feliz año a ti también ^^
No sé qué ha pasado con blogger, pero desde por ejemplo mi ovej-Iphone4 sí que puedo acceder al blog. Supongo que habrán hecho cambios a peor.
Me alegra que estés ahí, Anónima, pero sobre todo lo que me alegra es que estés disfrutando con nosotras de ésta historia jejejejjeje.
Un besaco de hocico frío xDDD!!!
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