La cacería de Damon Salvatore. Parte 3





Y ya está. Desapareció.
A la mañana siguiente cuando Alyssa despertó no le quedaba más que un fuerte dolor de cabeza. No había rastro de Damon, no había sangre, no había nada de nada ni en su dormitorio ni en su cocina. Bajó la escalera tambaleándose, pensando que quizá bebió más de la cuenta la noche anterior. Al ver el reloj no pudo más que sorprenderse: pasaban las dos del medio día. Se dirigió al microondas para preparar un té. Era más sencillo aplacar la borrachera bebiendo agua, le dijo alguien un día. Veía cómo la taza daba vueltas en el interior, cuando Giselle le envió el primer mensaje. Ni siquiera se había dado cuenta de que cogió el teléfono móvil de la mesilla.
-¿Qué tal, cómo te fue?
-Bien, supongo –respondió Alyssa quemándose al sacar la taza de agua-. ¿Por qué?
-¿Quién era él? ¿Le conocías?
-¿A quién?
-¿Cómo que a quién? Al moreno de ojos azules de ayer noche.
-No te sigo –respondió Alyssa sumergiendo la bolsita de té.
Le cansaba aquello de Giselle, que inventara historias fantásticas de cosas ordinarias. ¿A qué chico se refería? Seguramente a aquel guapísimo que se encontró a la salida del aseo. Bien. ¿Y qué? Solo le saludó. Después no sucedió nada digno de reconocimiento.
-Ay madre, creo que tu memoria vuelve a jugarte malas pasadas… A ver, que te cuento, ayer después de hablar con él te acercaste y me dijiste que estabas muy cansada y te marchabas, pero yo pensé que en realidad nos estabas dando largas y te ibas con él.
Alyssa soltó una risotada.
-No, la verdad. Te puedo asegurar que ayer estuve sola. Bebí demasiado y volví a casa, sin más.
-¿Bebiste? Parecías serena cuando viniste a hablar conmigo…
-Bueno guapa, tengo que dejarte, la ducha me espera –atajó Alyssa cansada de las suspicacias de su amiga.
-De acuerdo. Bueno, de todos modos llamaba para decirte que esta noche volvemos a salir, por si te apetece.
-Mmm… creo que no. No tengo muchas ganas –soltó dos pastillas de edulcorante en el agua.
-De acuerdo. Pues nada, descansa mucho.
-Sí, hasta pronto –colgó.
No había salido en meses y le proponían hacerlo dos veces en la misma semana, lo que faltaba. No, aquella noche pensaba quedarse viendo alguna película tranquilamente. Nada de alcohol otra vez. A saber qué haría la noche anterior para que entonces le doliera tanto el cuello y la cabeza, pensaba dando un trago a la infusión. Se sentó en el sofá con los pies puestos sobre la mesa auxiliar. Tenía el estómago revuelto. Comentó a mover la cabeza con intención de estirar los músculos por ver si el dolor desaparecía, pero por el contrario, una punzada la hizo estremecer. Dejó la taza sobre la mesa yendo hacia el cuarto de baño. Se recogía el cabello por el camino. Cuando se contempló quedó enmudecida: tenía grandes marcas en el cuello. Con el corazón a mil intentó aclarar la sangre reseca con agua para ver la magnitud real de la herida, y de nuevo volvió a estremecerse. Era un mordisco, uno gigantesco, parecía como si una serpiente hubiera desencajado su mandíbula para hacerlo… y entonces recordó los ojos azules de Damon, así le dijo que se llamaba.
Se colocó una compresa sujeta por esparadrapo, aunque no hacía falta en realidad ya que la herida no sangraba. Su corazón seguía palpitando con fuerza de vuelta al comedor.
-¿Giselle?
-Dime –respondió esta sorprendida por saber tan pronto de su amiga.
-Esta noche quiero ir al mismo lugar de ayer.
-Ah vale, sí. Supongo que pasaremos por allí antes de ir al Cats.
-Lo que sea, pero quiero ir al lugar de ayer.
-Vale, vale.
-A las diez estaré en tu casa.
-Bien –respondió la otra antes de escuchar un pitido que indicaba el final de la llamada.
Alyssa empezaba a recordarlo todo, absolutamente.
«Vampiro», se dijo en voz alta.



La noche empezó igual que la anterior, solo que en esta ocasión un cúmulo de sentimientos encontrados anidaban en el pecho y la mente de Alyssa. Un vampiro, aquello parecía de chiste, pero así era. Además no era un vampiro cualquiera, fue el mismo que atacó al equipo en el restaurante y le produjo la pérdida de memoria. Según se aproximaban al pub, ella tenía la sensación de que en realidad estaban acercándose al matadero. Tenía miedo, pero era absurdo permitir que se apoderara de todo porque, si Damon quería encontrarla, iba a hacerlo por más que se escondiera.
Cuando abrieron las puertas del local la sorpresa se sorprendió. Estaba allí, acompañado, y no de una, ni dos, ni tres personas, había más de diez chicas pululando a su alrededor, como si fuera el tarro de miel y ellas las abejas zumbonas. En un principio y pese a lo mentalizada que estaba, la primera reacción de Alyssa fue marcharse de allí. De no ser porque Giselle, que había alertado a los demás, la invitó a entrar de un rudo empujón, habría regresado a casa con total seguridad.
-¿No es él? –pasaban a su lado cuando su amiga le preguntó. Ella ni siquiera se dignó a volver el rostro.
El grupo se reunía al fondo, junto a las dianas. A los chicos les encantaba entretenerse tirando unos cuantos dardos cada noche. La invitaban a participar, pero ella estaba demasiado absorta por los movimientos de Damon, que la ignoraba por completo, para reparar en nada más.
-Tira, venga, nos falta uno para el equipo –dijo uno de los surfistas dándole los dardos en la mano.
Alyssa los tomó con desgana poniendo los pies donde indicaba la línea. Guiñó un ojo, apuntó, intentó concentrarse y lo lanzó…
-Cuidado, puedes hacer daño a alguien –Damon sujetaba el dardo entre los dedos. Alyssa se le quedó mirando con seriedad. El mordisco que ocultaba bajo su pashmina ardió en ese momento.
-Hola –saludó Giselle-. ¿Quieres jugar tú también?
-Sí, me encanta disparar cosas –rio Damon.
-Perfecto, perfecto. Dispara cuanto quieras –le invitó Giselle.
Alyssa arrojó los dardos al suelo. Si quería jugar, que los recogiera. Acto seguido agarró su bolso y la cazadora saliendo del local sin mediar palabra.
Dentro del coche le costaba esfuerzo respirar. Sentía una mezcla de nervios, rabia, angustia y otra cosa que le costaba creer: celos. Arrancó el motor y condujo hasta su casa tensa como nunca. Tomaba una carretera secundaria cuando un golpe enorme la sobresaltó. Algo le había caído encima. Miró hacia arriba y vio que el techo del coche se hundía. Se hizo un lado y salió…
-Hola.
Retrocedió instintiva queriendo regresar al interior del coche, pero Damon creyó mejor idea colocarse entre ella y la puerta.
-Qué rápido te has ido esta noche…
-Déjame, ¿vale?
-Pero ¿por qué? ¿No te gusto? –la asió por la cintura pegándola a él. Alyssa se estremeció-. ¿Sabes lo que vamos a hacer? Dejaremos tu coche en ese camino de ahí, donde nadie pueda verlo, y nosotros nos iremos a mi casa. ¿Quieres ver dónde vivo?
-No –confesó temblorosa, él comenzó a reír.
-Bueno, pues no vas a tener muchas más opciones.
Damon dio un golpe al coche haciéndole desaparecer entre unos arbustos. Alyssa tuvo el tiempo justo de espantarse por su fuerza sobrehumana, dado que Damon a agarró y salió despedido hacia la espesura del bosque. Ella parecía más un harapo que una persona.
La casa de Damon debía ser bonita, debía… No tuvo tiempo a verla, en la oscuridad por la oscuridad al segundo piso, donde fue a aterrizar sobre una enorme cama, la más grande que había visto en su vida.
No la desnudó, le arrancó la ropa mientras la besaba con tanto ímpetu que más que acercarse la embestía. Sus manos se le clavaban en la espalda, Damon la apretó con tanta fuerza que Alyssa por pocas no podía respirar.
Jadeó, se ahogaba, y solo entonces Damon tuvo el detalle de separarse un poco. Alyssa quiso hacerle a un lado buscando la ventana, como si aquello pudiera ayudar a respirar mejor.
-Vas a matarme –jadeó ella.
-Esa es la idea, pero tranquila, no será esta noche –repuso Damon guiándola a la cama.
En esta ocasión lo hizo con suavidad. A veces se le olvidaba lo frágiles que podían llegar a ser los humanos. No la mordería esa noche, puede que tampoco la siguiente. En realidad deseaba conservarla quizá un par de meses, puede que años. Desde que estuviera con Katherine no recordaba encontrar una sangre tan sabrosa.
Viéndola de cerca se le parecía, sobre todo cuando fijaba en él sus grandes ojos, muy abiertos.


***

Perdonad que esta vez la presentación esté menos cuidada, pero se nos ha comido el tiempo y no hemos podido currárnoslo más. 
Un besito a tod@s. 
La próxima entrada no tardará tanto. Doy mi palabra de oveja. 
Lametón!

0 Carminazos: