Fanfic Dentro del Laberinto. Capítulo 12


12. LA BOCA CERRADA

Los habitantes del laberinto eran conocidos por muchas cosas, entre ellas sus groseros modales. Otra de las características que no les dejaba pasar desapercibidos allá donde fueran, era el constante uso de una lógica abstracta que agredía a cuantos, accidentalmente o por propósito explícito de Jareth, entraran en el conjunto de pasillos y esquinas que formaba la construcción.

Y pese a ello, pese a que la gran mayoría de invitados al enlace fueran alegres y orgullosos habitantes de las tierras de Jareth, nadie fue tan estúpido como para preguntar por el retraso de la reina.

Ni susurros ni miradas de sorpresa, nada. Los cientos de invitados completamente rígidos, mantenían el más solemne silencio mientras aguardaban a que el sorbete de yedra se quedara tan helado como el propio Jareth, sentado, presidiendo junto a un goblin que temblaba portador de malas noticias.


Sarah descendía los escalones a toda velocidad. No utilizaba las manos para rastrear las paredes, se guiaba del rítmico sonido que producían sus zapatos golpeando la piedra, para saber que el descenso continuaba sin cambios.

Todavía no lograba vislumbrar ni un hálito de luz, pero no por ello se planteó en aquel punto del descenso a ninguna parte, dar marcha atrás para regresar junto a la serpiente con ojos de dos colores que la había manipulado a su antojo. Y eso no era lo peor, lo peor era que siguió engañándola haciéndole pensar que su hermano estaba preso en algún lugar del reino, cuando se encontraba seguro en casa. También había encarcelado a Hoggle, Ludo y Sir Dydimus. Jareth le había asegurado que mataría a sus amigos si en algún momento huía, pero ella sabía que ya lo había hecho. En cuanto accedió a casarse con él los condenó, pese a que al hacerlo su intención no fuera otra que la de salvarlos.


Sarah detuvo el descenso por primera vez al sentir la angustia oprimiéndole el pecho. Era como si las paredes se hubieran vuelto una prensa que la atrapaba en el interior y poco a poco la estuviera aplastando. Las lágrimas que rodaron por sus mejillas allí, en la oscuridad, fueron para ellos. Fieles compañeros que estuvieron a su lado en ese primer día, cuando el laberinto se alzó despiadado. Y pese a todo, le brindaron su compañía, sus risas, su aliento, su cariño... Ahora estaban muertos. Todo estaba muerto. Jareth lo había destruido ¡y eso jamás podría perdonárselo!


-¡Huye! -Apremió la voz misteriosa.


Y Sarah obedeció continuando con el descenso a toda velocidad. No quería pensar en aquella voz que le había guiado escaleras abajo, porque podría ser tan amiga como enemiga. Pensó que incluso Jareth la había embarcado en un nuevo juego cruel. También pensó que alguien podría haberse apiadado de ella hasta que finalmente pensó que, en aquel momento, sólo esa voz le infundía esperanzas.


-¡Más rápido! -Insistió.


Sentía cómo el pulso se le subía a las sienes y el aire le llegaba a los pulmones con dificultad. Necesitaba salir de aquel agujero cuanto antes o moriría de asfixia, pero pese a ello continuó descendiendo por el eterno bucle hasta que, esperanzada, atisbó metros más abajo, que la claridad comenzaba a abrirse paso entre las sombras.

Quiso gritar al ver que según bajaba, la luz se volvía más intensa hasta el punto en que era tal su potencia que quedó cegada por completo.

Entonces el suelo se esfumó.

Sarah cayó al vacío y gritó con todas sus fuerzas, pero eso sólo fue el principio, cuando el miedo a la muerte se hizo señor de su cuerpo. Luego, poco después, pensó que estaría mejor muerta que sentada junto al rey.

Entonces cerró la boca.


Solamente un lugar vacío en la mesa. Sólo un invitado ausente y, por supuesto, la reina.

Ciego de ira, Jareth no podía más que morder su guante de cuero, mientras continuaba presidiendo la mesa como si de una figura de hielo se tratara.

En contrapunto, los que se sentaban junto al lugar vacío habían comenzado un juego silencioso, que consistía en averiguar quién era el invitado que había escapado a tiempo de la encantadora velada. Finalmente no fueron los más cercanos al asiento quienes lo averiguaron, sino la joven y bella Leath, que impulsada por la emoción se levantó de la mesa batiendo palmas al grito de:


-¡Ya lo sé! -Todos le miraron decidiendo al instante que había perdido el juicio, aunque algunos contaron para sí los segundos que tardaría Jareth en matarla.

-¿Qué es lo que sabes? -preguntó el rey expulsando cada sílaba teñida de un desprecio absoluto.

La chica, con un hilo de voz, se sentó en el acto al darse cuenta de lo cerca que habían estado esas estúpidas palabras de ser las últimas que pronunciara en su vida.

-Quien debía estar sentado ahí -respondió señalando con timidez el lugar vacío-. Morgan, el Duque de Kenturiche -añadió deseando que un agujero se abriera tragándola, y la alejara de Jareth.

-¿Morgan? -preguntó extrañado. Al instante hizo un gesto para llamar a un goblin que se le acercó tembloroso con la cabeza gacha-. ¿Quién es ese Morgan Duque de Kenturiche?

-No-no lo sé, su majestad -confesó el pequeño ser.

-¡Pues averígualo, maldito seas!


Las copas de bohemia cantaron haciéndose eco de la voz de Jareth, hasta calar en los huesos de cada uno de los invitados.



Maripa


Espero que os guste, mariovejas (y mariovejos) . Este es el de esta semana. A ver si la que estoy mejor de las agujetas que oyes... me ha costado la leche digitalizar este (no sé si ya os lo había dicho, pero para escribir me encalomo una pluma en la pateja y lo doy todo xDDD)
Muchos besicos y juntaros los culos con las otras ovejas del redil, que hace un frío que te cagas.



3 Carminazos:

Medusa Dollmaker dijo...

*o* Me superencantaaaaaaaaaaaaa

Gemma dijo...

Buff, que buena historia!! Me encanta y me muero por saber más de Jareth y Sarah. Es que el final de la peli fue casi cruel...

Maripa dijo...

Medusa: *o*! Estamos super encantadas de que te super encante!

Gemma: ¿A que sí? El final de la peli no era justo... ¡¡¡MAL!!! Pero no pasa nada. Para eso hay una horda de fans (y ovejas) dispuestas a darle un final alternativo jejeje. Besicos, reina.