Fanfic Dentro del Laberinto. Capítulo 15


15. EL BESAMANOS


-He de pediros algo.

-Mi señora, ahora no es el momento -respondió Morgan.

Sarah había regresado al gran salón vestida con el mismo negro sobrio que lucían todos los habitantes del palacio. El vestido blanco, húmedo y arrugado entre sus manos, parecía un ser etéreo que languidecía sangrando agua.

Frente al gesto de incomprensión de Sarah, Morgan corrigió sus palabras.

-No me malentendáis, señora. Antes de regresar a palacio deberíais descansar y calentaros al fuego. Estáis realmente pálida.

-De eso precisamente quiero hablarte -Sarah sintió cómo sus mejillas se encendían mientras trataba de buscar las palabras correctas para explicarse-. No quiero volver a palacio.

Morgan en pié junto a la enorme chimenea que presidía el salón, la miró fijamente esperando a que se explicara.

-¿He de pensar, pues, que no os habéis perdido en el bosque?

-No me he perdido.

-Claro, es extraño que la reina duerma bajo un tronco en su noche de bodas...

-No es tan extraño -admitió ella.

-Y sin embargo, es de lo más apropiado que seáis vos, precisamente, a quien haya encontrado escapando de palacio -Sarah le miró sin comprender-. Es de lo más apropiado.

-No comprendo -confesó ella asustada.



-Cobardes, todos unos cobardes -dijo Sir Dydimus meditabundo, a Ambrosius-. En realidad creo que no quieren rescatar a Milady. ¿Cómo sino podrían estar tardando tanto?

-¡Pieeeeedras despaaaaaaacio! -exclamó Ludo.

Hoggle, Ludo, Dydimus y todos los demás, aguardaban fuera de palacio a que las piedras libres del reino, acudieran a la llamada de su amigo. Así pensaban repetir la estrategia que tan bien les había funcionado cuando lo asaltaron por primera vez. Las piedras acudirían y ellos, aunque eran un número inferior a la guardia, lograrían entrar y rescatar a Sarah de las blancas garras de su captor.

-¡Tonterías! -dijo Dydimus antes de que una pequeña piedra, la primera en llegar, le diera en la cabeza - ¡Cobardes! -Exclamó desenvainando.

-Lo importante es que para cuando ellas lleguen, estemos ya preparados. Ludo, ponte bien la armadura -pidió Hoggle con paciencia-. Hello... Emmm... ¿cómo vas a cabalgar tú?

-¿Por qué lo preguntáis? ¿Es porque no tengo brazos? -preguntó exaltado el gusano.

-Ni piernas -añadió Dydimus.

-Cabalgaré como todos -replicó Hello desde el suelo mirando con enfado a uno de los basflieds ya ensillados, que casi le aplastó sin proponérselo.

-Bien, bien, calmémonos -terció Hoggle-. Estamos todos demasiado excitados. Queremos ver a Sarah y rescatarla de ese rufián que se hacer llamar Jareth, pero...

-¡Mirad, Sir Hoggle!

Dydimus se había alzado completamente sobre el lomo de Ambrosius. Las puertas del palacio estaban abiertas y de allí salía un jinete cabalgando a toda velocidad, directo a su posición.

-¡Prepárense, caballeros! ¡La guerra ha empezado! -Alertó Dydimus blandiendo su espada para impresionar al jinete, que también había desenvainado.

-¡Atención, ya llega! -Exclamó Hoggle.




-Sois realmente encantadora -sonreía Morgan-, las habladurías no os hacen justicia.

-Sigo sin comprenderte -confusa, Sarah veía cómo el anfitrión caminaba a su alrededor, como si en vez de hablar estuviera calibrando una pieza antes de arrojarse sobre ella con el cuchillo.

-Mi situación es bien conocida, y pese a todo, vos deseáis permanecer bajo mi techo...

-Temo no conocer tu situación.

Sorprendido, Morgan la miró de hito en hito. ¿Podría ser cierto lo que decía? ¿Acaso Jareth no le había hablado de él?

-Entonces creo que debería informaros de cómo están las cosas -dijo invitándola a tomar asiento en unos butacones negros, que hizo aparecer de un chasquido, junto a la chimenea-. Podría decirse que no soy uno de los siervos predilectos de vuestro esposo, señora. Ha habido muchos que han dejado su vida en el campo de batalla, o en las más imposibles misiones que su majestad les encomendara. Yo nunca he formado parte. No me malinterpretéis, no soy ningún cobarde. Mi tía es ya anciana, y yo su único heredero. ¿Imagináis qué ocurriría con ella si fuera abatido en alguna batalla? Mejor no lo imaginéis, alteza, simplemente sabed que su destino sería terrible. Por eso, tuvo a bien solicitar al rey una excedencia que me mantuviera alejado de sus “misiones”. En aquellos tiempos de paz, su majestad firmó, a regañadientes, cierto, pero accedió. Cuando los tiempos dejaron de ser serenos, en la revuelta del tres del cinco, vuestro esposo solicitó mi ayuda en el frente. Mi gran error fue recordarle que el documento firmado de su puño y letra, me mantenía alejado de los conflictos. Desde ese instante, siempre me consideró un cobarde...

-No es tan terrible -Sarah, que conocía perfectamente a Jareth, sabía que había perdonado la vida a unos cuantos cobardes, casi al instante. Le gustaba que sus enemigos lo fueran, de hecho.

-...y lo que es peor: un traidor -añadió Morgan-. Sé que los cobardes le producen indiferencia, pero los traidores, mi señora... Yo vi cómo castigaba a uno y no quisiera volver a verlo jamás.

A Sarah le costó tragar. El cazador no se lo había dicho, pero podía hacerse una idea de lo que Jareth hacía con aquellos que huían de palacio, los que le engañaban, abandonaban... Los que, en algún momento, habían osado ser como ella entonces.

-Por eso he de llevaros de vuelta, alteza. Si os entrego, Jareth al fin me perdonaría y dejaría de enviar a sus goblins para atormentar a mi anciana tía.

-No, por favor -corrió hasta el butacón del cazador y allí se arrodilló frente a él-. No me lleves de vuelta, te lo ruego. No quiero volver allí.

La chica sollozaba y se cubría el rostro volviéndose diminuta frente a Morgan. Él, sin saber cuánto de acertado sería su gesto, acarició su rostro y la abrazó con fuerza.

-No os preocupéis, alteza. No os llevaré de vuelta.




-¿¡La habéis encontrado!? -En cuanto salió de palacio, Jareth reconoció al grupo. Esperanzado con que aquellos patanes hubieran hecho algo a derechas, se acercó a ellos ansioso.

-¿Cómo osáis? ¡Sois vos quien la tiene presa! Volved al castillo para que podamos atacaros y liberad a Milady -exigió Dydimus.

-¡No está conmigo, madito seas! -Replicó Jareth aguantando las ganas de darle un puntapié.

-¿No está con vos? -Preguntó Hoggle confuso-. ¿Y dónde está?

-Voy a encontrarla -fue lo último que dijo Jareth antes de espolear a su caballo y tomar dirección a la montaña, donde comenzaba el descenso hasta el lago.

-¡Esperad, majestad! ¡Nosotros también vamos!




-Dormiréis en mi alcoba. Nadie salvo estos criados sabe que estáis aquí, y nadie más debe enterarse -la chica le miró con gesto de preocupación-. No temáis, no os tocaré alteza -dijo él sonriendo.

La chica atravesó los escasos centímetros que separaba su cama, ubicada junto a la ventana, de la del señor del castillo.

-Puedes tutearme y llamarme Sarah, como antes en el bosque.

-De acuerdo Sarah. Tú puedes llamarme Morgan -dijo él iniciando un intencionado besamanos.




Maripa



2 Carminazos:

Gemma dijo...

Jo, ¿y ahora QUÉ? Que impaciencia, que intriga, que dolor de barriga...

Maripa dijo...

Buena pregunta muahahahhaha!!
:***