FanFic Dentro del Laberinto. Capítulo 4


4. EL JUICIO


El sonido que hacían sus pisadas parecía precederle en el pasillo. El goblin que le guiaba, sin embargo, no levantaba el menor rumor. El interminable corredor llevaba tiempo anunciando una tenue luz que jugaba a no dejarse alcanzar, mientras las paredes se hacían más y más oscuras al avance.
De la claridad llegó el ruido propio de toneladas de cristal alcanzando el suelo, bajo el vigoroso empuje de la gravedad. Acto seguido, una diminuta figura pasó corriendo a su lado, a toda velocidad, levantándole al hacerlo el vaporoso vestido níveo, escotado lejos de la prudencia y el recato. Tembloroso, el guía echó una ojeada atrás, antes de acercarse a la luz que presagiaba a un rey tanto o más furioso de lo habitual.
–Muy puntual –señaló Jareth desde el trono.
La espaciosa habitación estaba íntegramente tallada en piedra. El asiento donde aguardaba, había sido integrado en la pared con suma habilidad, tanta que Sarah creyó ver restos de magia alzándose al techo de la estancia. Del mismo modo, otro pequeño trono se erguía solitario a la derecha del rey, donde reposaba una mano cómodamente, expectante.
–Aproxímate –dijo dándole un par de palmaditas a la piedra.
Sarah anduvo despacio, levantándose con decoro el vestido para esquivar los pedazos rotos de lo que fueron sueños, y alcanzar las pronunciadas cumbres en que se transformaban las escaleras cuando las subía con sus zapatos de cristal.
–Vas a sentarte conmigo –anunció el rey invitándole a tomar posesión del pequeño trono a su diestra.
–¿Para qué? –Sarah deseó que aquello acabara en ese instante, fuera lo que fuese cuanto viniera a continuación.
–No seas impaciente, querida –desde su posición, pudo ver el perfil sonriente del rey, al tiempo que le subía un escalofrío por la espalda.
Del pasillo llegaron unos gemidos seguidos por pasos de armadura. Apareció por la boca del túnel un gigantesco ser muy parecido a Ludo, custodiado por los guardias que, como cuando encontró a su amigo, portaban lanzas con engendros dentados cargando imparables contra él.
–Llevas un precioso vestido –susurró Jareth sin apartar la vista del ser.
Sarah se cubrió el pecho con el cabello, ruborizándose cabizbaja.
–No hice naaada –bramó dando un salto, esquivando una de las lanzas que le iba a encontrar la pierna.
–Eso no es lo que me han dicho –repuso Jareth acomodándose en el trono.
–Naaaada –insistió con gesto dolorido.
–Llamó a las piedras para derribar una de mis estatuas, pese a saber muy bien que ese es un delito imperdonable. Dime Sarah ¿qué castigo le impondrías?
–¡Ninguno! ¿Esa es su falta, derribar una estatua? –Sarah boquiabierta miraba a uno y a otro.
–¿Esa es su falta? ¿Derribar una estatua? –La imitó Jareth– ¡Sí! ¡Una de Mis estatuas! ¡Una estatua del rey! ¿No lo ves motivo suficiente? –dijo arrastrando un tizne de desprecio.
–¡No le castigaré por eso!
–Oh, sí que lo harás, y su castigo será ejemplar, para que todos los que se planteen repetir ese despreciable acto lo piensen primero… ¿Cómo le domarás, querida? ¿Será ahogado en el pantano del hedor? ¿O quizá mejor lo llevaremos a un olvidadero?
–No le harás nada de eso.
–Tú decides, o castigas a eso –señaló al condenado con el mentón–, o yo castigaré a toda su especie.
Sarah pensó en Ludo, su gran y peludo amigo, pagando cruelmente por una falta que no cometiera, siendo perseguido por innumerables lanzas dentadas, huyendo, sangrando…
–Déjalo en el pantano del hedor –propuso ella con rapidez–, y que él encuentre el camino de vuelta.
–Pero eso es… –Jareth, hastiado, se hundió en el trono.
–Es perfecto –susurró ella volviéndose al rey–, si cae en el pantano estará condenado, y si no lo hace regresará al castillo con la lección aprendida.
Jareth meditó cubriendo su boca con la mano mientras observaba al culpable.
–Que así sea –declaró tras un breve silencio.
Desaparecieron por el pasillo. Sarah vio cómo el preso le miraba agradecido, sin percatarse de que Jareth también lo hacía.
–¿Qué ha pasado con Ludo y Hoggle? –preguntó temiendo la respuesta.
–Respiran.
–¿Están bien?
–Sí por el momento; siempre y cuando seas una chica lista. Imagino que querrás verlos…
–Sí –contestó ella volviéndose nuevamente en el trono, sonriendo por primera vez desde que llegó al castillo.
Alargó una mano hasta rozar la boca de la chica que se puso rígida al frío tacto del rey.
–Bésame y cumpliré con tu deseo.
Sintió el rubor encendiéndole las mejillas cuando sus ojos se clavaron en ella. Jareth se puso en pié y tomándole la mano, le invitó a seguirle. El corazón de Sarah palpitaba con fuerza, sintiendo las piernas temblar, sometidas a la influencia de los deseos azulados y ambarinos del rey, que vigilaban su boca.
Jareth la atrajo hacia sí tomándole con determinación la cintura, recorriendo cada centímetro que les separaba con avidez. El cuerpo de Sarah dejó de responder; notaba su proximidad tanto como lo había hecho en sueños. Ladeó la cabeza cerrando los ojos, a la espera de los labios finos que se anunciaban como veneno navegando en su boca.
La mano del rey se deslizó hasta su nuca sujetándola firme, dispuesto a tomar aquello por lo que había vuelto al mundo del revés, mientras su aroma se le hundía en el pecho como una exquisita maldición.
–Hazlo –ordenó sin dejar de acercarla a su cuerpo, hambriento –, hazlo…
La chica tembló al saberlo cerca, bañándose en su aliento.
Sólo hizo falta una leve inclinación. Un pequeño movimiento para que sus labios se encontraran vivamente; para que la mano de Jareth viajara hasta la mejilla de Sarah, instándola así a no separarse de él, mientras sendas lenguas buscaban cobijo en el otro.
–¡Mi señor, ya los tenemos a todos reunidos en…!
El goblin irrumpió en la sala poniendo fin al beso que, como una melodía maldita, resonaba en cada pared del castillo. Jareth, que había separado los labios de Sarah pero continuaba reteniéndola a su lado, dirigió una mano al goblin que desapareció en un instante, dejando tras de sí un leve rastro de humo y cuero chamuscado.
Cuando volvió a mirarla sólo encontró miedo. Ella, horrorizada, trató de zafarse de la mano que la retuvo sólo un instante más.
–Muy bien Sarah –dijo acercándosele con expresión fiera–, ahora cumpliré tu deseo: ya puedes irte de esta sala.
–¿Cómo? –preguntó incrédula.
–Antes deseaste no estar aquí, no querías sentarte a mi lado. Pues bien, por hoy, ha acabado.
Consiguió liberarse y bajó corriendo las escaleras, escapando al trote por el pasillo. Sintió su corazón a punto de desbocarse, latiendo con tanta fuerza que le retumbaba en los oídos. Llegó al dormitorio y cerró la puerta intentando recobrar la respiración.
No pudo hablar, no pudo gritar, no pudo más que descubrirse aterrada por la maldad de Jareth, mientras la imagen que le devolvía el espejo, se acariciaba los labios, ruborizada.
Maripa


No, la wonderfull foto no es cosa de ovejas, apareció una buena noche navegando y desde aquí aplausos grandes y gordos a la artista.
A las buenas noches, corder@s!! Espero que disfrutéis anchamente xD


6 Carminazos:

Alicia dijo...

Waaaaa... la cosa se pone emocionante... ^^

Maripa dijo...

Yeahhh! xD

Lyris dijo...

Anchamente he disfrutado, pardiez! Puedo asegurarlo!

Maripa dijo...

Como me gusta que os guste, de verdáz... jajajja
Besos, ovejillas!!

Medusa Dollmaker dijo...

Tiaaaaaa me superponepalotaaa! Al fin el puto beso!

Pandora_cc dijo...

Síiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!
:D