Fanfic X-Men: MERCENARIOS. Capítulo 4

Hot hot hot hot! Bueno bueno, la métrica no impide percibir que se va calentonando el tema. Al turrón!



4.    Mordiscos de armas


Tronaba como si un regimiento de nubes plomizas se hubiera levantado en mitad de la noche, aterrorizado por el crepitar de una cucaracha, y resolviera acribillarla a zapatillazos. Los relámpagos dibujaban erráticamente su rastro en el horizonte, arrojando una breve y azulada diurnidad en el anochecer.

Cuando los mutantes descendieron de la furgoneta frente a la casa de Víctor, la lluvia comenzaba a lamer sus mejillas con picardía. Paws salió con Ada todavía sin sentido entre los brazos. Trick pegó una suave patada a Víctor, que respondió con un gruñido boscoso, incorporándose. El pequeño se había quedado traspuesto de riguroso agotamiento al quedar retenido en el regazo de Sunday, que acariciaba sus rizos oscuros con afecto.

-          Sunday, cielo  - pronució Paws con alegría zalamera - ¿Esta noche podrías marcarte ese tremendo pastel de carne y verdura que te sale cojonudo?

-          ¿Y con qué quieres que lo prepare? – rió la anciana – Víctor solo tiene cerveza en la nevera desde hace días.

-          Ohhh tio. ¡Nos vas a matar de hambre, joder! Ahora somos más en la familia – estalló en una risotada, que proyectó desde su vientre oleadas agitando el cuerpo de la chica.

El enorme feral se detuvo un instante en el marco de la entrada, meditando. Asomó una media sonrisa que desnudó uno de sus colmillos. Extrajo un estrecho fajo de billetes al azar de su cartera y los introdujo en uno de los bolsillos del peto que vestía el hombretón.

-          Baja al pueblo y compra lo que te salga de las narices. Y acuérdate de mí.

-          Tengo cara de querubín, no me venderán alcohol – respondió con un mohín, y de nuevo se abrió paso en su garganta una carcajada sísmica.

Dejó la muchacha en los brazos de Víctor, que la recibió extendiendo una sonrisa estrecha, sombría. Paseó la mirada sobre sus generosas formas como si se tratara de la caja de Pandora envuelta para regalo. Aspiró con suavidad el apetitoso candor de su inconsciencia, degustándolo fibra a fibra. Un familiar calor amanecía muy próximo a su ingle.


-          Si tú eres un querubín, yo soy la Madre Teresa. Lárgate antes de que cierren.

El equipo se distribuyó en varios grados de reposo en el interior del refugio. Víctor condujo el cuerpo de Ada atravesando estancias con su habitación como objetivo. Sunday lo seguía con el cachorro dormido apaciblemente entre los brazos.

Sintió el tibio peso de sus muslos sobre el brazo que los sostenía. Mordió su labio inferior en una mueca que contenía todos los pecados capitales. Antes de que pudiera meditarlo, cerró su garra en torno a la suave carne de uno de ellos, hendiendo levemente la piel. La joven se removió ante la punzada, saliendo del abismo del sueño inducido. Aturdida, todavía entre nieblas, vio cómo Víctor la contemplaba con una fiera avidez. Sobre ella sonreía su peor pesadilla, la última cara que registró antes de caer dormida.

-          ¿Un besito de buenos días? – ronroneó el mutante.

Ada se incorporó en extraños virajes, rugiendo como una pantera, serpenteando para liberarse del abrazo. No suponía mucho problema para Víctor, que era una mole, pero se movía impredeciblemente y con una velocidad vertiginosa. Golpeando, arañando, pataleando.

-          ¡Suéltame, pedazo de cabrón! – bramaba, roja de ira, envuelta en una respiración indomable.

Pese a la revolución que cargaba junto al pecho, el feral ya había alcanzado la habitación

 – Os arrancaré el puto corazón a todos, ¡a todos!


La chica se retorció violentamente hasta alcanzar la cabeza de Víctor y, antes de que él pudiera encontrar margen en tan poca distancia para sortearlo, arrancó un trozo de su oreja izquierda con una dentellada fulminante. La sangre comenzó a manar entre rugidos furiosos. Escupió el fragmento en su cara. Víctor, preso de furia animal, arrojó a la muchacha sobre la cama todavía con los labios encarnados. 

-          ¡Maldita zorra! – gruñó, asestando un guantazo abominable que la volcó del colchón, arrastrando su peso aturdido sobre la tibia madera del piso y emitiendo una amarga letanía de carcajadas bajo la maraña de pelo.

La herida había empezado a cicatrizar y fue sustituída por carne nueva. El único rastro de ello eran las manchas húmedas sobre oreja, cuello y mejilla. Víctor rió salvajemente cuando la expresión burlona de la muchacha quedó lívida de terror ante la regeneración del mordisco. De nuevo sus pupilas estaban contraídas y reducidas a verticalidad pura. Pudo percibir cómo desprendía, mezclado a su tentador aroma, un amplio espectro de miedo. Se regocijó en la poderosa emanación.

-          No puedes acabar conmigo, culebrilla. 

El niño había comenzado a llorar y se había tornado ingobernable en el cálido abrigo de Sunday. Víctor apreció el incremento de horror en la esencia de la joven cuando se hizo cargo de la situación, vio al niño retenido y al feral caminando hacia él, con expresión depredadora en su mueca flanqueada por colmillos.

-          ¡No le hagáis daño! Por favor… por favor, al niño no – comenzó a suplicar envuelta en una súplica impotente.

De pronto el mutante sintió la vista turbia y titubearon sus rodillas. Su respiración se ralentizó pesadamente. Todo iba demasiado despacio, demasiado espeso a su alrededor. Demasiado contaminado…

-          ¿Qué coño me has hecho, hija de puta? – bramó torpemente.

-          El beso de buenos días – siseó ella, con la voz trémula de furia.

Su terror decrecía.

Víctor la escrutó atónito, aturdido por el veneno que navegaba sus venas con velocidad. Su sangre no tardaría en regenerarse eliminando al intruso, pero lo había reducido a un estado somnoliento… y vulnerable. 

-          Víctor, Leon dijo que no nos cebáramos con ellos – dijo Sunday en tono conciliador, dejando marchar al niño hacia los brazos de su tía y, ante los ojos de los hombres, presunta madre.

Caminó con cierta inseguridad hacia la puerta, todavía sosteniendo la mirada de la chica en una feroz batalla muda. Sunday siguió su paso errático.

-          Te arrepentirás de esto… - gruñó -  Te arrepentirás de esto.

-          Ya no nos reímos tanto ¿eh? – aulló ella, celebrando su voz una diminuta victoria enredada entre respiraciones desacompasadas.


Cerraron la puerta tras de sí, accionando el sistema de seguridad que vetaba la entrada o salida de vida por aquel umbral.

Se iba a acordar de ese mordisco el resto de sus días, prometió. Lamentaría haberlo hecho, bramó todavía turbio. Joder. Ahora era su mascota, su puto juguete al borde de un abismo frágil. Y las mascotas no muerden la mano que alimenta.

   - Esto va a ser divertido. Que comience el juego  – ronroneó, todavía en pleno eclipse de sentidos.

3 Carminazos:

Alicia dijo...

¡¡¡Toooooma sorpresa!!! xD

Marime dijo...

Seh jojojojojo. Jódete Víctor xD!

Pandora_cc dijo...

Cómo mola!!!